No más palabras romance Capítulo 118

—Elise—susurro. Hay una pequeña multitud afuera viendo a mi hermana en la planta más alta, piso seis, de pie sobre el muro de una de las ventanas— ¡Elise!

Trato de empujar a todos los espectadores mientras un miedo que nunca había sentido se instala en mi estómago. Un par de personas parecen reconocerme y susurran mi nombre junto a «Notitardes24». Los latidos de mi corazón son ensordecedores, todo lo que puedo ver es a mi hermana a un paso del abismo. A mi hermana con unas claras intenciones: quitarse la vida.

— ¡Elise! —Grito con todas mis fuerzas empujando a las personas, no sé si me escucha—. Oh, Dios mío, no lo hagas. Por favor que no lo haga.

—¡Elise!

Estoy a poco de llegar al frente donde ella podrá verme y entrar en razón, podemos lograrlo. Grito lo más fuerte que puedo su nombre y creo que me escucha, pero luego ve detrás de ella. Me paralizo porque vuelve su vista al frente, cierra sus ojos y luego da un paso hacia adelante.

Creo que me congelo. No escucho nada a mí alrededor y todo lo que puedo hacer es verla a ella. A mi hermana.

Creo que estoy aturdida.

Entumecida.

Paralizada.

Sacudo mi cabeza viendo alrededor la mortificación de las personas.

Algunos volteando, gritando, murmurando. Alzo la vista donde Elise ya no está y cuando la bajo al frente, caigo en cuenta de lo que acaba de suceder.

Quito a las personas frente a mí con la vista en un solo punto. Mis piernas tiemblan y mi vista comienza a hacerse borrosa, pero aun así puedo ver carmesí alrededor de su cuerpo. Miembros en ángulos extraños, ojos entrecerrados, rostro agrietado y sangre saliendo de su cuerpo.

Jadeo y cuando abro mi boca suelto el grito más desgarrador que he dado alguna vez. Mi garganta duele por la manera en la que grito una y otra vez mientras la veo yacer ahí sin vida.

Elise se ha suicidado. Mi hermana se quitó la vida.

Mis manos temblorosas van a mi cabeza mientras grito y siento la humedad descender por mi rostro. El dolor es indescriptible, la impresión. No puedo dejar de gritar mientras llevo una mano a mi pecho donde siento que están sacando mi corazón. Tiro de mi cabello y grito más y más.

Las piernas me fallan, pero logro llegar hasta ella los pocos pasos que me faltan, me arrodillo y mis rodillas se empapan de su sangre. Grito, grito y la llamo.

No luce como ella. La vi saltar, pero no puede ser ella. No puede ser esta muñeca rota irreconocible. Este cuerpo magullado sin vida.

Elise se suicidó.

— ¿Qué hiciste, Elise? ¿Qué hiciste? —mi voz es ronca y me quiebro a llorar de nuevo.

Me gustaría tocarla, abrazarla, pero mis brazos se sienten paralizados ante la idea. Siento que estoy durmiendo y esta es una extraña pesadilla, pienso en la pequeña niña siempre corriendo detrás de mí, en la adolescente soñando con ser bailarina, en la medianamente adulta que se alejaba de mí y me hacía daño adrede, en la mujer dispuesta a arreglar su vida con la que hablé ayer.

» ¿Por qué nos hiciste esto? —grito cerrando mis manos en puños mientras los sollozos parecen que van a destruirme. Siento que mi corazón está siendo apretado por un puño de fuego. Duele demasiado— ¡Maldita sea, Elise! ¡Elise, por favor! ¿Por qué?

Las personas a mi alrededor hablan, escucho sirenas sonar, alguna persona está hablándome y otro me insta a levantarme. Pero no puedo, siento que me he derrumbado aquí, frente al cuerpo sin vida de mi hermana.

No tengo palabras.

Solo tengo lágrimas, sollozos y gritos. Mi voz se quiebra, mi cuerpo tiembla y todo es tan caótico. Hay cámaras, hay murmullos y todo lo que puedo pensar es en esa imagen.

La imagen que siempre va a acompañarme.

La imagen de Elise cayendo en el vacío antes de que su cuerpo impactara con el concreto del suelo e hiciera el sonido más horribles de ruptura mientras su cuerpo quedaba en ángulos extraños y sangre se propagaba.

Es la imagen que viene una y otra vez a mi cabeza.

Hay personas alrededor en el suelo, mis alarmas suenan y siento escalofríos.

—Señorita no puede…

— ¿Señorita Cortes?— Un paramédico encargado me reconoce—. Está bien, Lo sentimos.

— ¿El qué?— susurro.

Noto de manera muy breve a paramédicos alrededor.

—Dios, no. No. No, no.

Me dejo caer en este espiral de sentimientos, mis manos van buscando el lugar de donde viene tanta sangre, como intentando unir las piezas. Mi mano cae en el centro de su pecho. Alguien está intentando tocarme.

Ella me ama y no va a dejarme. No puede hacerlo.

—Por favor, por favor. Te amo mucho, levántate, por favor.

—Señorita— alguien intenta tocarme.

— ¡No me toques! ¡No me toques!

Me levantan y me alejan de ella pataleo y grito.

— ¡No, no! ¡Suéltame! ¡Ella va a estar bien! Va a abrir sus ojos. ¡Elise!— todo en mi grita cuando veo a los paramédicos tocarla, van a cubrirla— ¡No! ¡Ella está bien! Ella odia la oscuridad, no puedes cubrirla ¡Déjala maldito enfermo! Déjala no la cubras.

Siento que mi pecho arde, mi corazón se rompe. Alzo la vista al cielo llorando. Ella no puede haberse ido. No cuando íbamos a tener un nuevo comienzo.

—No, no, no. Por favor— susurro viendo la cantidad de sangre en el lugar en el que ha muerto—. Pueden llevarme a mí a ella no. Mi hermana no.

Me estremezco ante cada sollozo. He perdido a mi hermana

He perdido a Elise.

No la han dejado tener otra oportunidad. Un nuevo comienzo.

La he visto morir.

Mi peor pesadilla hecha realidad.

Siento que no puedo soportarlo. Duele mucho, el dolor me mata.

—Señorita Cortés…

—Dijo que estaríamos bien, que quería ver a su familia unida — digo en susurros.

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