— ¿Cuál es la emergencia?
Son las primeras palabras que emito cuando llego a casa de papá. Creo que me pasé muchas luces rojas con la prisa de llegar hasta aquí. Papá y Amber me observan. Estoy jadeante y de seguro mis ojos lucen como los de alguien que perdió la razón.
—Te dije que si decías que era una emergencia ella vendría enloquecida. Conozco a mi hija.
— ¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Estás bien papá? ¿Alguien se lastimó? ¡Bueno!
Hablen, casi me mato llegando hasta acá. Dejé a Sabrina plantada en el gimnasio y... ¿Por qué estás así tan arreglado, papá?
—Vamos almorzar con mi familia— la alegría de Amber es absoluta—. Apostamos y yo gané, mi premio es que tiene que salir de esta casa y vamos a comer con mi familia.
Proceso sus palabras evaluando el pantalón negro de papá junto a una camisa de botones color azul. Casi río porque su cabello va despeinado del modo en el que los chicos actualmente suelen usarlo, supongo que Amber juega con su cabello y tiene puesto unos zapatos que le regalé en navidad y que hasta ahora está usando.
Muy pocas veces logró que papá salga de casa: citas médicas, mi cumpleaños, el suyo y eso es todo. Y cada una de esas veces recibo una de sus quejas.
—De acuerdo, podías pedirme la autorización por teléfono o simplemente no alarmarme ¡Jesús! Sentí que mi corazón se saldría si no llegaba a ver cuál era la emergencia.
—Lo siento, Elisabeth, pero Dante me aseguró que de esta manera llegarías más rápido y no te entretendrías en el camino.
—Papá, ibas a provocarme un infarto.
—Tonterías ¿Por qué andas prácticamente desnuda por la calle?
— ¿Qué?
— ¿Dónde está tu camisa, Elisabeth Laurette?
Observo mi top deportivo, en mi faena de querer llegar a prisa olvidé mi suéter a juego en el gimnasio, llevo mi ajustado pantalón de licra, todo mi atuendo de ejercicio. Palmeo mi abdomen desnudo y papá frunce el ceño.
—Esta es mi ropa de ejercicio. Incluso hoy uso pantaloncillo largo, a veces es un short.
—No puedes ir por el mundo así.
—Bueno, yo no quiero ir por el mundo así, solo quiero ir al gimnasio. De hecho uso más ropa de lo que usan muchas.
—Esta juventud está hecha mierda. Si ya eres un palo flaco ¿Qué buscas en ese lugar?
—Aparte de mantener este cuerpo, busco que siga tonificado.
—Te juro que todo lo que te escuché decir fue mierda.
— ¡Papa! — Me acerco y me agacho hasta besar su mejilla—. Ahora dime ¿Cuál es la emergencia y por qué me hiciste venir corriendo?
—Esta mujer me ha tendido una trampa, soy un hombre de palabra y cumplo con mis apuestas, pero no iré solo con su familia ¿Y si solo son una cuerda de personas con daños fatales y psicológicos?
—En primer lugar no es muy agradable insinuar eso sobre la familia de Amber frente a ella.
— ¿Quieres que practique la hipocresía y lo diga a sus espaldas, Eli?
—Bueno, dime si tú no eres todo un hombre listillo— palmeo su brazo manteniéndome agachada—, sabes a lo que me refiero.
— ¿Te ofendí Amber?
—Creo que no.
— ¿Lo ves? No es de mala educación manifestar mis temores hacia su familia.
—Prosigue tu historia, papá.
—Entonces no iré solo y tú vendrás con nosotros.
—No creo que vayan a lastimarte en casa de Amber.
—Nunca se sabe, es más fácil hacer experimentos con un hombre que no puede correr.
—Eso no resulta nada gracioso, papá.
—Qué vas a saber tú de lo que da risa. Mejor ve y vístete para que podamos acabar con este martirio de una vez.
— ¿Esa era la absoluta emergencia?
—Sí.
—Increíble. Ni siquiera he aceptado ir.
—Si mi hija no va, yo nada tengo que hacer yendo. No compartiré mi tiempo con desconocidos.
—Elegante y pretencioso, con clase— declara Amber rodando sus ojos, luego me observa— ¿Elisabeth?
—Iré porque lo deseo, no porque mi propio padre me esté chantajeando.
—Seguro. Solo ve y vístete hija, no queremos que algún hormonado venga a atacarte.
—Agradece que no olvidé mi mochila con la ropa de lo contrario me quedaría en esta ropa y sudada.
—La que sacaste del basurero, tía— responde un adolescente riendo mientras baja las escaleras.
—Creo que te equivocas Liam, ese serías tú. Ahora ven y sé una persona decente. Ellos son Dante y Elisabeth.
—Un gusto— estrecha la mano de papá—. Tu silla está muy genial.
—Gracias, si muero puede ser tu herencia incluso aunque acabo de conocerte.
— ¡Genial! Yo podría ponerle luces de colores y algunas calcomanías en llamas.
Papá le sonríe mientras Liam parece complacido, de inmediato esta criatura se ha ganado el corazón de papá, es simplemente sorprendente. Luego Liam se gira hacia mí.
—Ahora, hola a ti bella mujer. Eres mucho más preciosa en persona. Delirio viéndote hablar por programa.
—Gracias dulzura, un placer conocerte.
—Amber— la observa y luego vuelve su vista a mí—. Yo me he enamorado, mi joven corazón de 16 años se ha enamorado.
—Este es mi primo menor Liam, hijo del tío Thomas.
—Hijo único y prodigio cabe destacar.
—Amber ya te he dicho que no debes solo decir "yo" cuando pregunto quién llegó... ¡Oh! Hola a todos— una bonita señora con algunas canas aparece— ¡Liam! A ti te estaba buscando.
— ¿Y yo qué hice?
—Tu ropa de ayer esta vuelta un desastre ¿En dónde estuviste arrastrándote? ¡Lodo por todas partes!
—Ciclismo.
—Mamá, ellos son Dante y Elisabeth. Ella es mi mamá Sophia.
—Un gusto conocerlos, siéntanse como en casa ¡Amber! llévalos al jardín, ahí se encuentran todos.
—Con gusto ¿Quién te está ayudando a cocinar?
—Tu hermana, tú encárgate de nuestros invitados.
Seguimos a Amber y Liam, este último va realizándole preguntas a papá sobre qué tan genial es su silla. Cuando llegamos al jardín me detengo porque es quizás el jardín más grande y bonito que he visto, y porque hay muchas personas. Más de las que esperaba.
— ¡Hola a todos! — Grita Amber y todos voltean a vernos— Ellos son Dante y Elisabeth, y hoy se unen a nosotros.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras