»Y por si no lo sabes, ese chico estudia historia y cultura política, creo que puede sostener un buen debate con el trío internacional... De hecho, mira, parece que acaba de conocer a Joseph.
—Vale, ya, me siento tonta. No me lo restriegues.
Río y me alejo de ella, Sara viene corriendo hacia mí con mi celular, ni siquiera noté que no lo traía conmigo.
—Lo contesté pensando que era una emergencia.
—Gracias, Sara— tomo el celular guiándolo hacia mi oreja— ¿Hola?
—Teniendo en cuenta la hora, creo que lo correcto sería saludar a la señorita.
—Gracias por el saludo, escritor versátil.
—Muévete. Tienes 5 minutos— me ladra Kevin pasando por mi lado y siendo seguido por Dexter quien parece molesto.
— ¿Esos gritos eran para ti?
—Conoce los ladridos de mi productor.
—Bueno, no quiero robar tu tiempo.
—Sí quieres.
—Tienes razón, sí quiero. Pero, como sé que trabajo es trabajo, seré rápido.
—Uhm...
— ¿Cena tardía?
— ¿Hoy? — estoy desconcertada.
—Hoy. Estoy en campaña. Y otra escena que recrear y a la cual darle diálogos.
—Me sentiría usada si no estuviera de hecho disfrutando inspirarte.
—No te uso.
—Lo sé, estaba bromeando.
—Entonces ¿Qué me dices?
—Está bien, pero te veo en...
—Mi casa, estoy invitándote a una cena tardía en mi casa.
Peligro.
Alerta.
Temperatura subiendo.
—Tu casa—repito— ¿Te gusta tentar al peligro?
— ¿Tal vez?
—Está bien Paul. Estoy curiosa sobre cómo puede desarrollarse esta locura.
—Aquí te espero, Elisabeth.
Finaliza la llamada y me quedo viendo al frente. Cena tardía, casa de Paul.
Ni siquiera intentaré pensar en los futuros resultados de esta invitación.
Mi celular vuelve a sonar, está vez anunciando un mensaje. Cristian.
"Estoy viajando a Mérida la semana próxima.
¿Cena? ¿Almuerzo? ¿Cualquier acontecimiento para pasar tiempo con mi amiga más leal?
Me lo debes, cariño."
Bueno, hasta ahora no tengo planes para la fecha y Cristian más que ser, o haber sido, el hombre con el que duermo cuando la situación me sobrepasa, es mi amigo y salir, ver o tener lo que sea con alguien, no va a cambiar eso
"Cierto que este corazón de piedra te dejó solito en un restaurante la última vez.
Tú decide, cariño"
—Hasta luego chicos, que tengan dulces sueños.
— ¡Igual! —gritan al unísono.
Nos detenemos frente al ascensor, él presiona el botón para llamarlo y esperamos. Siento su mirada y sonrío aun con la vista al frente.
—Sin maquillaje.
—Planeé evitar la conversación sobre el atentado a mis pecas
—¿Funcionó?
—Totalmente funcionó.
—Me alegro—tira de mi brazo hasta que mi pecho choca con el suyo— ¡Oye!
— ¿Por qué me gustas tanto, Elisabeth Cortés? Digo, eres abiertamente grosera cuando te rechazan, dices incontables insultos llenos de malas palabras, tercos y muy elocuentes. No eres una mujer tranquila y tradicional, es decir, el tipo de chica que pensé que era mi tipo.
—Está bien que nos guste lo diferente. Ciertamente, tú tampoco clasificas en el mi tipo de hombre, al menos no del tipo con los que salía.
— ¿Estamos saliendo?
—Tú estás escribiendo un libro y yo te sirvo de personaje.
—Y estamos saliendo.
—No funciona así.
— ¿Cómo funciona? Tenía entendido que primero venían las citas, luego los besos y posterior a ello los orgasmos. Por como lo veo, hicimos lo que quisimos con el orden de estos pasos.
—Al menos pídelo— miro su hombro y dejo mi mano ahí mientras me sostiene contra su pecho.
—Eres terriblemente terca.
El ascensor llega y río cuando sin soltarme nos adentra, presiona el número de su piso, recuesta su espalda de la pared metálica y me ve fijamente. Los dedos de una de sus manos acarician mi rostro.
» ¿Qué voy a hacer contigo?
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