»Paolo era más suave, más pausado, pero sentía la misma necesidad. No era en una cocina, ni tampoco en un mesón, pero...
— ¿Pero? —mi voz es temblorosa mientras termina de sacar mis bragas y me observa fijamente en el lugar recientemente descubierto.
—Pero creo que tendremos algo muy en común con nuestros personajes ¿Quieres saber?
—Sí.
Retoma los besos llegando a la cara interna de mi muslo mientras su otra mano me hace extender mis piernas ¡Oh, mierda! esto está sucediendo realmente.
—Estamos tan excitados como ellos. Yo estoy tan fascinado como Paolo, y tal como lo hicieron ellos—siento su aliento contra mí y cierro mis ojos—, nosotros vamos a obtener orgasmos. Hoy, mañana, después y mucho después. Promesa.
No tengo palabras para lo que sigue. Solo puedo asociar palabras al azar: lengua, labios, movimientos, dedos, susurros, soplidos, gemidos y mi cuerpo retorciéndose mientras mis piernas seguro tienen un agarre de muerte contra su cuello y mis dedos podrían arrancar mechones de su cabello.
Es demasiado. Es apasionado, duro y desenfrenado. No me da tiempo a procesarlo, solo me da tiempo a sentir. Mientras una de sus manos acompaña el ataque de su boca, otra sube para jugar con mis pechos y creo que yo podría morir en este momento como una mujer feliz. No, no podría porque aún nos queda otras partes buenas para explorar.
Cuando consigue lo que quiere, tenerme temblorosa y gimiendo un fuerte orgasmo, no se detiene, sigue y sigue hasta que creo que no puedo más. El mundo se ha vuelto un lugar mejor. Retira mis dedos de su cabello y se alza sonriéndome antes de pasar el dorso de su mano por su barbilla limpiándose.
Besa mi barbilla hasta mis labios. Sus ojos son tan intensos en este momento.
—Eres demasiado hermosa. Es como tener el mejor tesoro justo frente a mí— parpadeo continuamente acariciando con mis manos su cuello.
— ¿Qué seguía en la historia, Paul? — susurro. Sus ojos brillan mientras una sonrisa ladeada aparece.
—Te lo mostraré.
Me ayuda a incorporarme y me importa poco estar desnuda. Me atrae contra su cuerpo y enredo mis piernas en su cintura mientras me alza y comienza a caminar. Pero no solo camina, él comienza a hablar.
— Paolo la llevó a su habitación, la depositó suavemente en la cama. Se dedicó a adorar sus pechos, jugar con sus dedos entre sus piernas mientras ella gemía pidiendo más—gimo—. Fue dejando besos húmedos por todo su cuerpo, sin dejar ni un tramo de piel sin ser besado.
Gimo y me remuevo contra él, él toma un profundo respiro recostando mi espalda de una pared y dejando caer su frente contra mi hombro mientras respira de forma agitada.
» Elizabeth gime, enloqueciendo a Paolo con el sonido— su voz es muy ronca —, un preservativo es abierto y ella lo acaricia una vez más antes de cubrirlo.
Una de sus cejas es enarcada, levanta a la vista al techo y no dice nada, por un momento temo que mi comentario le haya sentado mal, pero entonces presiona con más fuerzas mi espalda contra la pared, una de sus manos se aprieta en mi culo y la otra en mi cadera. Sale de mi cuerpo lentamente haciéndome sentir todo de él antes de empujar con fuerza de regreso haciéndome gemir muy fuerte.
Es solo el comienzo. Sale con lentitud y entra con fuerza continuamente haciéndome gemir, llamarlo y jadear. Enredo mis dedos en su cabello y atraigo su boca a la mía. Besarse mientras su cuerpo y sale del mío es increíble, un poco desenfrenado y muy apasionado. Cada parte de mi cuerpo se siente sobrecargado. Es increíble.
— ¿Qué más? —Susurro contra sus labios— ¿Qué pasa con Elizabeth y Paolo?
— ¿Te excita, no? — mi respuesta es morder su labio inferior mientras entra una vez más en mí con fuerza y contundencia— Paolo lo hace lento, lento y profundo. Haciéndole sentir cada parte de su ser. Uniéndolos hasta no saber dónde comienza uno y donde terminar el otro. ¿Te hago sentir así, Elisabeth?
—Me haces sentir más.
—Quiero que sientas mucho más.
Con esa declaración todo rastro de lentitud y pausa desaparece. Paul me sostiene con ambas manos en mi trasero antes de comenzar a embestir con fuerza y rapidez. Mi espalda golpea continuamente contra la pared y llega al lugar correcto para hacerme rodar mis ojos hacia atrás y gemir sin vergüenza alguna.
Nunca el sexo se había sentido tan apasionado, tan espontaneo y tan desenfrenado. Paul no se contiene, embiste una y otra vez construyendo un orgasmo que tiene indicios de ser arrollador. Me enloquece, me hace perder la cabeza, decir incoherencias. Pedir que pare, pero instarle a que siga. Sus dientes mordisquean mi barbilla hasta llegar a mi cuello, su cabello acaricia mis labios y nariz. Mis manos se deslizan por su espalda ahora sudorosa y los gemidos roncos que emite solo hacen que esto se sienta más intenso.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras