Su labio inferior tiembla y lágrimas comienzan a caer, me siento terriblemente mal de estar lastimándola, fue una buena amiga, quizá en mi afán de darle la relación que siempre quiso arruiné nuestra amistad. Mi error.
Se libera de mi agarre y limpia su rostro mientras me observa con ira, doy un paso hacia atrás.
—No voy a dejar que ella se quedé con lo que yo ayudé a crear.
—Tú no me creaste, no soy un robot.
—Voy a decirle, a ver si de esa manera ella te quiere tanto.
—Nicole, no.
—Sabes que no va a quererte.
Tomo su brazo tratando de no ser brusco, no sé de qué manera hacerla entrar en razón, que entienda que merece un hombre que la ame, que sea apasionado y amoroso con ella. Que pueda darle más de lo que quise y estuve dispuesto a darle.
—No lo hagas, por nuestra amistad, no lo hagas.
—Es precisamente por nuestra amistad y relación que hago esto.
—Por favor, Nicole. No lo hagas.
—No lo haré si vuelves conmigo y la dejas atrás.
La observo y puedo ver en sus ojos el regocijo de saberse ganadora con esas palabras, con esa especie de chantaje. Poco a poco suelto su brazo y ella sonríe dando un paso hacia mí, retrocedo.
—No puedo condenarme a ser infeliz—susurro—. Si quieres hacerme daño de ese modo, adelante. Pensé que eras mejor que eso.
»Ahora vete de mi apartamento
—Pally...
—Vete. Ahora.
—Yo...
— ¡Maldita sea! Que te vayas.
Se sobresalta y me da una última mirada antes de salir de mi hogar, tomo profundas respiraciones. Una vez papá me dijo que un ser humano con un alma herida puede envenenarse con facilidad de malos sentimientos, creo que ha sucedido con Nicole y no sé cómo detenerla.
----
Creo que es la primera vez en mucho tiempo que me siento así: afligida, traicionada y herida. Tacha eso, es la primera vez en toda mi vida que me siento así. Así que ahora estoy en una silla frente a mi pecera en donde nadan tres peces, porque otro se dio de baja. ¡Maldición! ¿Es que tienen que morir en los peores momentos de mi vida? ¿Tienen que dejarme sola cuando siento que no tengo control sobre mis emociones?
Mordisqueo mi labio inferior y suspiro recargando mi barbilla de mis mano, siento la necesidad de querer dejar mi cabeza sobre el respaldo de la silla, pero de algún modo pienso que eso sería como finalmente dejarme caer sobre el torbellino de emociones que estoy sintiendo.
Suspiro. Suspiro otro poco más y no importa cuántas veces lo haga, no voy a sentirme mejor. Sigue doliendo.
Y no hablo solo del dolor físico de las zonas golpeadas ni el persistente dolor de cabeza. Hablo de un dolor más difícil de borrar, el que ningún calmante va a mejorar. Solo sé que es un dolor que se expande por todo mi sistema.
¿Qué sucedió, Elise? ¿En qué momento me convertí en la receptora de tanto odio?
Cuando crecimos ella siempre fue una niña un tanto caprichosa porque la consentían demasiado, pero aun así había dulzura en ella, era mi muñeca personal para jugar. En el principio de su adolescencia la enseñé cosas básicas incluso cuando comenzó a alejarse y aunque nunca fui su hermana favorita. Las cosas no se torcieron con la muerte de mamá, las cosas estaban torcidas desde un tiempo antes. Mamá tiene casi 6 años de haber muerto, pero las cosas con Elise se pusieron difíciles incluso antes, tiempo en el que mamá sufría por cada grosería y reproche que ella le lanzaba.
No es que culpe a mamá de la actitud de Elise, no sé lo que se siente ser madre y querer darle todo a tu hijo, pero ella siempre quiso darle todo cuando Elise se quejaba, cuando Elise sufría, cuando Elise era grosera.
Ella solo intentaba calmar la actitud temperamental de una hija que parecía comenzar a no sentirse feliz.
Las cosas con Elise se fueron al carajo mucho antes de que mi relación con Edgar se arruinara. Mientras el cambio de Edgar vino después del accidente de nuestros padres, Elise ya se había contaminado mucho antes.
Muchas veces se lo señalé a papá, él lo converso con mamá. Papá puso mano dura porque no quería criar a una niña por mal camino, pero mientras él reprendía, mamá le daba un dulce. Ya lo dije, no culpo a mamá, pero quizá a Elise solo le faltó toparse con una pared sólida y no una débil solo sostenida por papá.
Me duele mi hermana porque en ella veo la niña que creció a mi lado.
ahora esa niña se drogó hasta perderse en la ira e intentar hacerme daño físico. Me pregunto ¿De no haber perdido la conciencia ella me hubiera lastimado aún más?
El teléfono de la casa suena y camino hasta el, respondo y sonrío cuando sin saludar Dexter comienza a hablar diciéndome sobre cómo se siente mi ausencia en el programa, cómo me encuentro, que si lo dejo contratarme a una enfermera y de nuevo cómo estoy.
—Estoy bien, Dexter. No necesito una enfermera, solo...
— ¿Qué? Cualquiera de nosotros hará lo que sea para que estés mejor.
—Solo me siento triste.
—Tú nunca estás triste o no tan triste.
—Supongo que todos tenemos días malos. ¿Recuerdas cuando mi madre murió?
—Sí—susurra como si tanteara el terreno en el que nos estamos metiendo.
—Me siento casi igual que los días posteriores cuando entendí que no la vería nunca más—un nudo se instala en mi garganta—, como si de nuevo los bloques que construyen mi vida se cayeran. Estoy sobre arena movediza.
—No estás hundiéndote, cariño.
—Mi pez murió.
Es la justificación más tonta, pero no es necesario decir que lloro porque mi propia hermana me atacó, porque mi control se derrumba y no sé qué hacer. He sido la hermana fuerte durante mucho tiempo y por una vez no quiero ser quien deba devolver los golpes, quien tenga que sonreír ante cada ataque, la excluida y la que solo tiene a su papá para quererla.
— ¿Cuántos peces quedan?
—Tres.
—Entonces, cuidaremos de ellos.
Sus manos toman mi rostro y sus pulgares acarician mis mejillas mientras su mirada se encuentra con la mía. Me sonríe.
—A veces para derrumbarnos solo esperamos tener a alguien que nos sostenga para hacernos sentir seguros.
— ¿Me sostienes?
—Siempre.
— ¿Me besas?
—Por supuesto.
Baja su rostro y me da un suave beso de unos pocos segundos que me ayuda a sentirme mejor, luego su nariz acaricia mi mejilla y la caricia me relaja.
»Ahora entremos y cerremos la puerta antes de que todo el frío se cuele.
Dejo de abrazarlo y él cierra la puerta. Pasa ambas manos por su cabello cada vez más ondulado debido al constante crecimiento y luego me observa.
— ¿Vas a quedarte?
—Sí, si quieres que me quede.
Estiro mi mano y la toma, entrelazo nuestros dedos y lo guío hacia mi habitación. Parece observarla detenidamente y luego sonríe.
—Es una habitación elegante y ordenada, muy diferente a la mía.
—Pero a mí me gusta la tuya.
—Bueno, quizá a mí vaya a gustarme la tuya.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras