No más palabras romance Capítulo 77

Estoy agotada y hambrienta. Pude ir a trabajar porque honestamente el dolor ha amortiguado y estoy completamente bien. Me quito mis zapatos y suelto la cola apretada que ha estado sosteniendo mí cabello toda la noche.

Suspiro aliviada, amo los zapatos de tacón, el glamur y lucir totalmente increíble para la televisión, pero también amo la comodidad de estar en mi casa.

Les doy comida a mis peces y sonrío viéndolos nadar. Ninguno se ha dado de baja. Me saco el abrigo quedando en el ajustado top que usé en el programa junto al short de encaje y camino a mi cocina. Agradezco a Dexter por darme una vez más la mitad de la comida que deja su ama de llaves y procedo a calentarla. Mientras el microondas hace lo suyo, decido responder el correo que Paul me envió segundos antes de empezar el programa.

Asunto:Re: enfermero.

"Me encuentro bastante bien, sin embargo por ti fingiría estar muriendo si eso garantiza tenerte de enfermero.

¿Qué pasa Paul? ¿Ya extrañándome?

Muy sana pero dispuesta a enfermarse por ti, Elisabeth Cortés"

El microondas suena anunciando que mi comida está lista. Como de pie frente al mesón mientras intercambio mensajes en el grupo de  WhatsApp que comparto con Sabrina, Andrea y la recién nueva miembro Alexa.

Alexa acaba de componer un peculiar y sexy poema sobre Alex, y me pregunta si puedo hacerle llegar tan poéticas palabras debido a que le dio vergüenza pedirle el número. Me causa gracia que ella fuera toda piropos y miradas, pero tímida para pedir un número de telefónico a quien directamente llamó algo como el hombre de su vida.

Elisabeth: No tengo el número del amor de tu vida, pero puedo encargarme de que él sepa de estás hermosas líneas candentes que te inspira.

Alexa: Oh, gracias, gracias.

Elisabeth: ¿Pido el número para ti?

Alexa: ¡No! ¿Estás loca? ¡Qué vergüenza!

Alexa: DEFINITIVAMENTE NO.

Andrea: Eres descarada e ilógica.

Alexa: Cállate, ve a matar las ilusiones de otros.

Elisabeth: De acuerdo, le pediré el número.

Alexa: ¡NOOOOO! Qué vergüenza. No.

Sabrina: ¡Sííííí! Hazlo caramelito atrevido.

Río ante toda la conversación que sigue en donde Alexa no deja de escribir que no le haga eso a su dignidad. La respuesta de Paul llega a mi correo.

Asunto: Re:Re enfermero.

"No tienes que estar enferma para que yo desee cuidarte.

Sí, supongo que te extraño.

Honesto, Paul Coleman."

Voy a responderle, pero tocan el timbre ¿Será que se está haciendo una costumbre venirme a visitar a media noche? Camino hasta la puerta y por un momento temo que sea otro ataque de Elise, pero honestamente no he sabido nada de ella.

Sin embargo cuando veo por el pequeño visor de la puerta me sorprendo encontrando a alguien totalmente distinto. Frunzo el ceño y abro la puerta.

— ¿Qué haces aquí?

»Solo eres un desliz. No tengo ningún problema en decirte quién es Paul.

Aprieto mis labios y repentinamente quiero arrancarle el cabello a esta perra manipuladora obstruyendo mi puerta. Alzo mi barbilla. Sus palabras me llegan, pero si debo saber algo ella no es quien va a decírmelo.

—Vete de mí puta casa ahora si no quieres perder tu pie de mierda en el momento en el que te lo corte con la bendita puerta al cerrarla. Eres un mosquito inservible que no hace nada más que joder a quién si busca hacer algo con su vida. Si por mi fuera te eliminaría como se eliminan a los mosquitos como tú. Ahora vete de mí puta casa.

Doy un paso hacia ella y está tan sorprendida que retrocede, le cierro la puerta en la cara y pisoteo hacia la cocina. Tomo mi celular del mesón y de inmediato le marco a Paul.

—Musa...

—Tú y yo necesitamos hablar.

Hay un largo momento de silencio; quiero tirarme de los cabellos porque tengo una molestia inaguantable ante la visita no deseada que acabo de tener.

—Suena como algo muy serio.

—Lo es. Necesitamos hablar. Ahora.

—Elisabeth...

—Ahora, Paul.

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Resulta que el a «ahora» se reduce a las 3 de la tarde del día después, en donde no he dormido bien del cabreo que tengo y en donde mi cuerpo protesta por todo el tiempo que pasé en el gimnasio, intentando aclarar mi mente, aun cuando mi mano sigue vendada y mi cuerpo duele un poco.

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