—Me parece que lo mereces—mira detrás de mi hombro—. Hola, Michael.
—Hola, Paul y...Elisabeth.
Volteo y el chico está algo sonrojado mientras nos observa con ojos muy abiertos, supongo que le hemos dado un espectáculo gratis. Le sonrío.
—Hola, Michael ¿Cómo va todo?
—Bien. Que tengan buena tarde.
—Igual tú.
Lo veo irse y río, Paul me da otro beso corto antes de retroceder y hacerme entrar para luego cerrar la puerta.
—Él tendrá sueños contigo, estoy seguro de que él agradece que vengas a verme porque eres como su crush o algo así.
— ¿Cómo crees eso?
—Porque ahora cuando hablamos, no solo me habla de futbol, quiere saber de ti—sonríe—. Aun no lo actualizo y le digo que está fantaseando con mi novia. Aunque, bueno, seguramente eres la fantasía de muchos. Sobre todo en esas campañas de lencería...
— ¿Qué? —Río— ¡Eso fue hace como un año y medio!
—Internet no lo olvida, de hecho tengo una foto especialmente para cuando me llamas. Esa de las braguitas rosadas.
—No te creo.
—No soy mentiroso. No avisaste que venías, pero me gusta verte.
—Porque me extrañas, estás obsesionado conmigo y mi cuerpo.
—Lo que te haga feliz, musa.
— ¿Y de dónde viene todo ese sudor? —lo sigo a la cocina en donde saca una botella de agua luego de preguntarme si quiero algo, lo cual descarto, todo lo que quiero es comerlo a él.
—Hacía mi rutina de ejercicio.
—Privas a las mujeres del gimnasio de verte sudar. Pero me gusta que tengas tu propia habitación para entrenarte. Aunque si gustas, puedes deleitarme a mí con la vista. Puedes incluso hacer ejercicio solo usando un bóxer...O nada.
—No creo que eso resulte cómodo para mí.
Creo que en Paul aún quedan unos pocos residuos de inseguridad, no es algo que desaparece de la noche a la mañana, más si su exnovia siempre decía que solo ella lo aceptaría así.
Le sonrío y tiro de la cinturilla de su short deportivo.
—Pero solo piensa en cómo encenderías a tu novia con la vista y lo que podrías hacer con ese poder—susurro—. Y lo que más me encendería es saber que eres tú y no otro.
—Lo pensaré—me da un beso rápido de pico—. Ahora, necesito una ducha.
Siéntete en casa, ya vuelvo.
—Bien. Por cierto...
— ¿Qué? —se gira.
—Necesito el número de Alex o... ¡Tengo una idea mejor! Dale el número de Alexa, yo necesito que ella enloquezca cuando él le escriba ¿Por qué le escribiría verdad? Alexa es una chica genial y sería un idiota si la deja escapar.
—Vamos a darle el número y veamos qué sucede.
Le dicto el número de Alexa y él lo envía, luego desaparece en su habitación para tomar su delicioso baño en su ducha. Pasan tres minutos y el grupo de WhatsApp enloquece. Sonrío.
Alexa: Oh, mi puto Dios. Maldita sea todos los hombres bellos del mundo.
Andrea: Okay... ¿Enloqueciste un poquito más?
Alexa: ¡Ay, Dios mío! Se siente como si Daemon me besara o Christian me diera sexo oral.
Dejo mi celular sobre el mesón y tamborileo mis dedos sobre la superficie
¿Para qué se baña Paul si quiero que nos ensuciemos? Sonrío y enderezo mi espalda. Bien puede necesitar quien le enjabone la espalda y yo soy así de amable.
Camino hasta la sala y a partir de ahí hasta su habitación. Escucho la ducha y me saco las zapatillas junto al suéter. Le sigue la camisa y luego el pantalón. Camino hasta el baño mientras me saco el sujetador y cuando entro, mis bragas se van. Veo la silueta del cuerpo de Paul y abro la puerta corrediza lentamente. Y me gusta la imagen.
Desnudo con agua cayendo sobre él, me observa con sorpresa y luego sus ojos van desde mi cabeza hasta los pies, hace el recorrido de regreso.
— ¿Qué te trae por aquí, Musa?
—Creo que necesitas quien te enjabone la espalda.
— ¿Solo la espalda?
—Bueno, los lugares que necesites ¿Se me permite entrar?
—Pasa adelante, hay lugar para uno más.
No me lo tiene que decir dos veces, entro y deslizo la puerta detrás de mí.
De inmediato el vapor me envuelve y la excitación de todo esto yergue mis pezones. Le doy una gran sonrisa a Paul.
— ¿Eres incorregible, verdad Elisabeth?
—Soy lujuriosa, mi pecado.
—Tienes cada cosa—ríe antes de llevar su brazo alrededor de mi cintura y acercarme a su cuerpo, de inmediato mi cuerpo y cabello comienzan a mojarse, pero ¿a quién le importa cuando tengo toda mi parte delantera pegada a la suya?
—Pero te gusta.
—Eso es cierto.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras