-Rose. – Fue lo primero que salió de sus labios y eso me hizo levantar la vista.
No me disculparía por quedarme viendo fijamente lo que tenía entre las piernas, prácticamente gritaba “Mírame”.
Mis ojos hicieron un lento recorrido hacia arriba sin poderlo evitar; tal vez era mi impresión, pero había ganado músculo desde la ultima vez que lo espié como la acosadora que obviamente no era. Lástima que en nuestra pelea de hace unas horas no había podido apreciarlo correctamente.
-Rose. – Volvió a repetir y tuve que sacudir mi cabeza lujuriosa.
-¿Qué haces aquí?
-Yo… uh… estás desnuda. – Dijo dándome un vistazo y apartando la vista rápidamente.
Miré hacia mi cuerpo para asegurarme de que aún tenía las burbujas suficientes para no mostrarle dos pequeñas cosas delatoras de lo que me hacía sentir cada vez que tenía la oportunidad de admirar su cuerpo.
-Bueno, es lo que normalmente pasa cuando alguien se da un baño. – Dije lentamente.
-Yo… esperaré a que termines.
Y con eso se fue cerrando la puerta suavemente.
¿Qué acaba de pasar?
Quizá ya iba siendo hora de que le diera más importancia a los eventos extraños de mi vida. En fin, le pondría un poco más de burbujas a esta bañera solo porque podía.
Me tomé mi dulce tiempo. Realmente no quería salir de aquí y hablar con el Alfa Bastian. ¿Cómo llegó hasta aquí, de todas formas? ¿Qué estaba haciendo en esta manada? ¿Por qué a los lobos les gusta interrumpir mis baños?
Tantas preguntas y ninguna respuesta.
Solté un suspiro cansado y decidí enfrentar lo que sea que venga como la adulta que era. Porque si, hoy era mi cumpleaños y hace una hora cumplí mis dulces, extraños y sangrientos dieciocho. Felicidades para mi.
Tomé la ropa interior que había dejado sobre la taza del baño para ponérmelo y me cubrí dese el pecho hasta las rodillas con la toalla de Edson. La mía estaba perdida en acción en algún lugar cercano a la entrada de la manada.
Eso me hizo apretar los dientes. Era una toalla especial.
Abrí violentamente la puerta y caminé decida hacia la sala pero no vi a Bastian por ninguna parte. ¿Dónde podía esconder todo ese enorme y sensual cuerpo el bastardo?
Caminé hacia la habitación más obvia.
Con toda la suavidad del mundo abrí la puerta y confirmé mis sospechas: Bastian se encontraba sentado acariciando la cabeza de Chase. Giró su cabeza y vió mi atuendo. Arqueó una ceja pero no dijo nada más.
Yo resoplé y volví a cerrar la puerta. Ya le gritaría cuando tuviera algo más encima.
Para cuando salí de mi cuarto, ya estaba Bastian en el sillón de la sala perdido en sus pensamientos.
-Me debes una toalla. – Dije dirigiéndome a la cocina.
-¿Qué?
-Lo que escuchaste. Cuando la tengas, deberás de dársela a la lobezna que vive a unas casas de aquí para que le ponga un lindo bordado.
Estaba de espaldas a él así que no vi su cara, pero estaba segura de que estaba frunciendo el ceño. Cinco dólares a que si lo estaba haciendo.
Giré rápidamente y mi sonrisa cayó.
-Adiós cinco dólares. – Dije con lástima.
Me miró confundido y yo suspiré.
-¿Qué haces aquí, Alfa? – Pregunté con calma tomado una silla del comedor para sentarme frente a él.
-He evacuado a mi manada como medida de precaución para evitar que el Alfa Luca me declare una guerra.
Yo parpadeé.
-Me refiero a qué hacías interrumpiendo mi baño. Sin ofender, pero lo que pase en tu manada no es mi asunto.
-Vine a ofrecerte una disculpa por lo de hace rato. – Dijo apretando los dientes. – Sé que no es excusa, pero no era yo mismo en ese momento. ¿Estás bien?
-¿Te limpias muy seguido debajo de las uñas? Odiaría una infección. – Dije medio en broma, pero el tipo solo me asintió solemne. Se me olvidaba que carecía de sentido del humor. Bien, al grano entonces. – Estoy bien. Más allá de las heridas que tengo en la espalda, todo sanará en un par de días. ¿Te puedo ayudar en algo más?
Sutil, Rose.
-¿Has estado en esta manada todo este tiempo? – Preguntó de repente.
-¿Por qué?
-Solo contesta a mi pregunta. – Dijo mortalmente serio.
Lo pensé por un momento y se me ocurrió que quizá preguntaba para saber de dónde vino todo el dinero que le transferí.
-Si. ¿Algo más?
-No. – Dijo levantándose del sillón y caminando hacia la puerta. – Te veré mañana.
-¿Uh?
Se fue dejándome confundida. Debía de ser muy grande la culpa que le pesaba en su consciencia ya que no me había gruñido mucho como normalmente lo hacía cuando estaba en su manada. En fin, lo perdonaría solo porque dejó grabada en mi retina una muy buena visión de él.
Pocos minutos después Edson me encontró en el sillón limpiando algunos leves rasguños. Su deidad tenía razón, me curaba un poco más rápido de lo normal.
-Dime por favor que hiciste algo de comer. – Dijo acercándose a mi y quitándome el algodón para ayudarme a limpiar mis heridas.
-No en realidad. – Dije con un respingo. – Chase quiso pizza así que pedí suficiente para los dos.
-¿Y no hay amor en forma de grasiento queso para mí? – Preguntó divertido.
-Por hoy ya te he dado suficiente amor, ¿O acaso crees que arrojarme sobre la espalda de un muy enojado Alfa para salvar tu vida no cuenta?
-Te concederé eso. – Dijo con un suspiro. – Gracias, por cierto.
-Si tan agradecido estás, ayúdame con las heridas de la espalda. – Dije suavemente.
-Hecho.
-Ahora dime, ¿Qué m****a pasó allá afuera? Dame los detalles jugosos y confidenciales, como que estoy un poco cansada de fingir que todo está bien y nada raro pasa con ustedes los lobos.
Me hizo un gesto para que me diera la vuelta sobre el sillón. El pervertido me quitó mi cómoda playera de algodón y me acomodó para limpiar mis heridas.
-Es una larga historia y, como bien dices, confidencial.
-Te prepararé algo rápido de comer. – Dije sonriendo contra el material del sillón.
-¿Crees que soy tan fácil?
-Mañana hornearé panquecitos con extra de chispas de chocolate.
Hubo tres segundos de silencio.
-Tienes suerte de que no te haya clavado sus garras más profundamente. – Dijo con un gruñido al admirar la totalidad de mi espalda. – Por la Madre, Rose…
-Sobreviviré, ahora canta.
-Bien. – Dijo comenzando a limpiar la herida e ignorando mis chillidos de “sádico bastardo”. – Después de tu llamada, decidí que te esperaría aquí porque te oías como la m****a. De todas formas tenía un montón de papeleo que hacer… en fin, un par de horas después, mi Alfa me llamó para que saliera a recibir a la delegación del Alfa Bastian.
Tenía un montón de preguntas sobre lo que pasó en la cueva y, en vista de que su deidad me había dado la patada después de nuestro trato, quería que el señor Fred me iluminara.
-Claro. Si te vas a ocupar de los cachorros, entonces regresaré a dormir a la cama.
-Puede utilizar la mía. – Dije pasando a su lado. – O puede ir hasta mi casa y dormir hasta tarde. Gracias por encargarse de mi trabajo.
Salí a la fresca mañana con Chase pegado a mis talones.
-Muy bien chicos, ¿Saben lo que les pasa a los cachorros que se ponen en peligro? – Dije con una sonrisa maliciosa a mis cuarenta y dos chicos que me miraban con amplios ojos.
-La señorita Rose estaba en peligro. – Murmuró una chica valiente en la primera fila. – Todos saben que los Alfas no atacan a los cachorros, ni siquiera aunque no sean de su manada.
Era un hecho conocido que el instinto del Alfa es proteger a los más débiles, por lo que los chicos no corrieron peligro en realidad, pero eso no justificaba sus acciones. ¿Y si hubieran estado equivocados y Bastian los atacaba? Solo de pensarlo me daban sudores fríos.
-¿Y pensaron ser un escudo de tiernas garritas y colmillos? – Pregunté dulcemente. – Chicos, a pesar de que fue un lindo gesto, no puedo permitir que lo vuelvan a hacer. Se pusieron en peligro innecesario porque es trabajo de los adultos cuidar de ustedes y no al revés. Así que hoy vamos a practicar qué hacer en caso de que un Alfa inestable, un lobo desquiciado o cualquier peligro los aceche. Daremos diez vueltas a la calle para calentar.
Gruñeron un poco y comenzaron a caminar para luego comenzar a trotar.
-No sean quejicas. A partir de mañana comenzaremos corriendo, como debieron de haber hecho ayer. – Dije levantando la voz. – Los acompañaré, pero no crean que no palmearé sus traseros si no pueden seguir el ritmo de la humana.
Era increíble correr sin el dolor constante que me recordaba que mi límite serían un par de metros más antes de chillar como un bebé. Los chicos lo notaron y comenzaron a correr dándome empujoncitos lobunos como lo harían si estuvieran en una carrera en sus formas de lobos. Eran adorables.
-Muy bien, ahora en sus formas de lobos. – Dije cuando terminaron.
Una hora después creo que entendieron el punto y dejé que se marcharan sobre sus cansados traseros.
-Hemos terminado por hoy, vengan aquí y denle amor a su instructora. – Dije abriendo mis brazos.
Enseguida los cachorros de la última vez me abrazaron y suspiraron. Algunos mas reticentes tuve que lanzarles miradas feas para que vinieran a mí con la cola entre las patas. Unos cuantos suspiros más y todos se marcharon a casa felices.
-¿Dónde está el amor de mi cachorro favorito? – Pregunté cuando vi a Chase mirando hacia la puesta de sol. Pronto tendría que prepararse para la escuela.
-Ya voy. – Dijo en tono serio mientras me abrazaba y daba su correspondiente suspiro. – Rose… lo siento.
-¿Uh? ¿Por qué?
-Por lo que te hizo papá ayer.
Lo miré desconcertada.
-No fue tu culpa cariño, además él vino anoche a disculparse conmigo. ¿Es lo que te ha tenido tan taciturno durante la clase?
El asintió con ojos llorosos y yo volví a abrazarlo fuertemente.
-De verdad, estoy bien Chase. Ni siquiera me duele mi tobillo, ¡Mira! – Dije saltando un poco.
-Hablaré con papá, no lo volverá a hacer Rose. – Dijo el cachorro muy serio. – Yo te protegeré.
-Espera un par de años para eso. – Dije con una sonrisa cálida. – Por el momento, ¿Qué tal si nos hago algunos panqueques?
Fuimos juntos a la escuela después de eso y lo dejé en su salón antes de ponerme a patrullar el lugar. Desde lo de Lucía yo no había tenido el valor de entrar en la oficina de la señorita Anabel, así que solo le daba un vistazo rápido y cerraba la puerta para ir a cualquier lugar lejos de ahí.
Así que me llevé una pequeña sorpresa cuando abrí la puerta y me encontré a una loba de ojos negros en el escritorio de mi amiga.
-Uh… hola. Mi nombre es Victoria y yo soy…
-Un placer. Adiós. – Dije cerrando la puerta.
Me alejé rápidamente porque no quería tener un colapso emocional o cualquier m****a.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!