Hoy no tenía a ningún grupo de cachorros que enseñar después de la escuela, así que me limité a abrazar a los cachorros que hicieron fila para ello a la hora de la salida. Ni siquiera sé cómo pasó eso.
En fin, me preocupaba un poco Chase. Lo había visto taciturno en sus clases.
-¿Qué pasa pequeño?
-Nada.
-¿Seguro? Podríamos ir por un helado y…
-No, gracias. – Dijo serio cuando comenzamos a caminar por la calle rumbo a casa. – De hecho, si no te importa, ¿Podrías llevarme a la Casa de la Manada?
-Claro. – Dije lentamente. - ¿Está todo bien?
-Si, solo quisiera ver a mi padre.
-Ah. Por supuesto cachorro. – Dije sintiéndome tonta por no haber pensado en que extrañaría a su papá.
Lo dejé dentro del edificio y luego partí hacia la casa de Edson para buscar al señor Fred. La última vez que lo ví desapareció dentro de mi habitación para unas horas extras de sueño.
Tristemente cuando llegué no estaba ahí así que tuve que ir a buscarlo a casa de Lucía… digo, mi casa.
Lo encontré ahí sentado en el sillón escuchando algún programa basura.
-Has llegado. – Dijo sin inmutarse por la intromisión. – Bien, moría de hambre.
-Ya voy. – Dije escondiendo una sonrisa.
El señor Fred siempre actuaba como que las mujeres solo teníamos un trabajo, pero yo sabía que si de verdad pensara eso, no me hubiera enseñado a defenderme en primer lugar.
-Entonces. – Dije mientras removía lo que había en el refrigerador. Se había abastecido en los días en los que había estado pro aquí. – Supongo que sabe qué fue lo que pasó en esa cueva después de que me dejó hace unos días.
-No en su totalidad. – Dijo prestándome toda su atención. – Como ya te había dicho, mi pareja y yo no llegamos tan lejos.
-¿Se refiere a que fueron después de que ella cumplió la mayoría de edad?
-Si. Para cuando me contó sobre su extraño sueño, había pasado casi un año y ya esperábamos a nuestro primer hijo.
Me detuve en seco. Si lo que decía su deidad era cierto…
-No tiene que hablar de eso si no quiere. – Dije rápidamente recuperando el ritmo. – Solo que no podía preguntarle a nadie más al respecto y tengo un montón de dudas. Como sea, no es como si no pudiera seguir con mi vida sin las respuestas; es lo que he venido haciendo desde hace años.
-¿Por qué no te ayudaría? Eso fue hace mucho tiempo. Mi duelo terminó y puedo hablar de ello. ¿Duele? Por supuesto, el destino se encargó de mostrarnos que los dos éramos un alma partida a la mitad. Ella querría ayudarte también, estoy seguro.
-¿Cómo era ella? – Pregunté suavemente.
-Como un día soleado en medio de una tormenta. – Dijo con una pequeña sonrisa. – Cálida, amable, con el corazón más honesto que pudieras encontrar. Trajo felicidad a mi vida el corto tiempo en que estuvimos juntos.
-Me hubiera gustado conocerla. Lo siento mucho, señor Fred. – Dije con un nudo en la garganta. – Sé lo que es perder a alguien amado.
-Gracias. Tú también le hubieras gustado. – Dijo con un gesto de la mano. – Puedes escuchar mientras cocinas, era en serio que me moría de hambre.
-Si señor.
Me concentré en cocinar algo rápido mientras él me contaba su historia de amor.
Era un lobo joven que acababa de asumir el liderato de su manada; en ese tiempo su padre le había dejado una manada próspera que fácilmente era la mejor administrada de todo el continente. Bajo su mando, la manada creció hasta convertirse en la envidia de todas las manadas.
Fue entonces, en una de sus misiones de reconocimiento del territorio que encontró varias trampas para animales salvajes y eso hizo enfurecer a su lobo. Los humanos se acercaron peligrosamente a su territorio en busca de cualquier presa fácil.
Así que se dedicó por días a quitar cuidadosamente todas y cada una de las trampas para evitar una tragedia. Uno de esos días escuchó un lamento de lobo en el bosque y corrió junto con algunos de sus guardias; pensó que uno de sus miembros había ignorado esta zona prohibida y temió lo peor.
Para cuando llegó, una humana se encontraba tratando de liberar de una trampa a un lobo salvaje. Le hablaba con suavidad mientras sus dedos trabajaban rápidamente. Él supo que ella era su compañera en el segundo en que sus ojos se encontraron.
-Tranquilos, por favor. – Dijo ella con voz suave. – Estoy intentando liberar a su amigo, no vengo a hacerles daño.
El señor Fred le pidió a sus guardias en forma de lobo que se detuvieran y observaron trabajar a la humana. Estuvo pendiente de que ese lobo salvaje no le hiciera daño hasta que lo liberó y éste corrió en dirección contraria.
Tomó la decisión de volver a su forma humana ante la sonrisa de triunfo de su pareja… solo para que ella se desmayara. Él, por alguna extraña razón, no pensó en que para una humana sería sorprendente ver a un lobo transformarse en humano.
La llevó a su manada y con nada de sutileza, cuando ella se despertó, le explicó sobre su mundo.
-Me tuvo miedo por alrededor de una semana. – Dijo el señor Fred con media sonrisa ante el recuerdo. – Después de eso vió las cosas a mi manera y acepto ser mi compañera en cuanto cumpliera la mayoría de edad.
-¿Estocolmo? – Pregunté divertida.
-Yo lo llamo “Encanto natural” – Dijo con una pequeña carcajada antes de ponerse serio de nuevo. – Poco después, mientras yo me dedicaba a cortejarla, tuvo un sueño sobre Nuestra Gran Madre. Como ya te he dicho, este pequeño detalle no me lo contó hasta mucho después, pero en él Madre le decía que necesitaba apresurarse y llegar al lugar al que te llevé y ofrendar un poco de su sangre si quería tener una vida conmigo.- Dijo inclinándose sobre el sillón. – Ustedes los humanos piensan que los sueños son solo una extensión de su actividad cerebral al dormir, pero para nosotros los sueños tienen un montón de significados.
Se interrumpió cuando puse comida frente a él y me acomodé al otro extremo del sillón.
-No podría haberle advertido antes sobre ese tipo de sueños porque, sencillamente, desconocía que Nuestra Gran Madre aun cuidara de nosotros a través de la Luna de la manada. Entonces en cuanto olí en ti algo que no había olido en años…
-Quiso cuidar de mí. – Dije suavemente. – Olió que yo era una Luna humana, como su pareja.
-Si. No le desearía lo que le pasó a mi pareja a nadie. – Dijo con dolor en la voz. – No llegamos a esa cueva a tiempo, por lo que ella y… y mi hijo no sobrevivieron.
-Lo siento mucho, señor Fred. – Dije alcanzando una de sus manos y dándole un apretón suave. – Y le agradezco lo que ha hecho por mi. No solo por llevarme a esa cueva, sino por enseñarme a defenderme sola. Gracias a ello tengo un trabajo que, de otro modo, no pagaría tan bien.
-Una Luna, especialmente una humana, debe de saber cómo tratar con los lobos que se opongan a ella. No siempre va a poder estar su pareja presente para defenderla. – Dijo en tono serio. – Mi pareja, a pesar de que lo intenté, nunca quiso dañar a nadie por ningún motivo y eso hizo que mi manada la viera como alguien débil. No lo mostraban abiertamente, pero yo sabía que el respeto no estaba sobre la mesa.
-Entonces usted…
-Porque el Alfa Noa es un jefe agradable. – Dije en tono serio antes de ignorar por completo a Bastian. – Chase me ha dicho que me buscaba.
-Si. – Dijo divertido detrás de su escritorio.- Tengo un trabajo para ti, ¿Te interesa?
-Por supuesto.- Dije frotándome las manos. - ¿De cuánto estamos hablando?
-¿No quieres saber primero de qué se trata?
Yo me encogí de hombros.
-No creo que sea peor que cazar a la rata que estaba escondida en la oficina de Edson, pero apreciaría la advertencia si ese fuera el caso.
-¿La rata? – Preguntó confundido el Alfa.
-Edson me ha dado trabajos muy raros en los últimos meses. – Dije con solemnidad. – Aunque, si le soy honesta, creo que la rata era una excusa para que no hiciera el papeleo ese día.
-Hablaré con mi Beta. – Dijo con un suspiro antes de masajearse las sienes. – En fin, necesito a alguien que vigile a un lobo problemático por un par de días.
Lo pensé por un momento; el único lobo problemático que conocía era…
-¿De nuevo el señor Harry orina el patio de la señorita Daisy? – Dije arrugando la nariz. – Ya le dije que esa no es forma de cortejar a ninguna dama sin importar la especie. -Entonces miré el reloj de la pared. – Deme diez minutos con él y lo haré entrar en razón de nuevo.
El Alfa Noa frunció el ceño antes de negar con la cabeza.
-¿Fuiste tú la que se encargó de ese incidente?
-Se lo dije, Edson me ha dado trabajos muy raros. – Dije con dramatismo.
El Alfa parpadeó y comenzó a rebuscar en uno de sus cajones antes de darme un pequeño sobre.
-¿Qué es esto?
-Considéralo un bono y un adelanto de tu próximo trabajo.
Lo abrí y vi un montón de bonitos billetes de 100.
-Genial, ¿Qué es?
-Necesito que escoltes a Bastian por la manada.
Miré al susodicho al instante. Él me regresó la mirada con una ceja arqueada y ojos divertidos.
-¿Sabe qué? Creo que prefiero la rata.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!