-¿Crees que no puedes con el reto, Rose? – Preguntó Bastian divertido.
-Duh, sé que puedo. – Dije rodando los ojos. – Es solo que no me gusta este trabajo.
-Duplicaré tu paga. – Dijo con una sonrisa letal.
Mis. Bragas. Ayuda.
-No se trata del dinero. – Dije sacudiendo mi cabeza. – Se trata de… bueno, sin ofender, no quiero estar cerca de ti.
-¿Por qué no? – Preguntó intrigado.
Decidí ser brutalmente honesta. La verdad nos hará libres y todo eso.
-Porque tengo la fortuna de ser herida de una u otra forma a tu alrededor. – Dije desestimándolo con un gesto de la mano. – Ya he estado al borde de la muerte en los últimos días y déjame decirte que no es divertido. Eres un Alfa que atrae un montón de problemas y enemigos, a mí me gusta vivir, así que no creo que este sea el trabajo adecuado para una humilde humana.
Miré de nuevo el sobre lleno de billetes y tomé un par antes de regresarle el sobre al Alfa Noa.
-Además, tengo algunas clases y un trabajo al que no puedo faltar para ser la niñera de un Alfa.
-Quédatelo. – Dijo el Alfa Noa. – Le di un bono a Edson por varios trabajos que ahora sospecho hiciste tú. Esto lo descontaré de su siguiente cheque.
-¿Habla del extra del mes pasado? No se preocupe, tomé su tarjeta y compré un montón de cosas. – Dije riendo pero devolviéndole el dinero.
Bastian gruñó al otro lado de la habitación y yo lo miré curiosa.
-¿Te volverás salvaje de nuevo? Porque si es así, permite que me vaya de aquí. Aun no se han curado las heridas de tus garras y, francamente, es incómodo para poner ungüento en la parte en que mis manos no alcanzan.
-¿Por qué estás viviendo con el Beta?
-Porque puedo, no es tu asunto.
Hubo un corto silencio después de eso. Entonces el tipo suspiró.
-Mis disculpas, tienes razón. – Dijo antes de mirarme y sacudir su cabeza. - ¿Podrías por favor escoltarme por la manada? Tengo que revisar que todos mis lobos se encuentren cómodos y tengan lo que necesitan; para eso necesito moverme alrededor pero debido a que demostré un comportamiento inestable, el Alfa Noa no me permitirá que vea a los enfermos, a los cachorros y a las lobas viudas para velar por su bienestar. Quizá no lo sepas, pero hemos tenido un montón de ataques en los últimos meses, por ende, múltiples bajas. No quiero que sientan que su Alfa los ha abandonado.
Vaya.
Lo miré a los ojos por un largo tiempo.
-¿Por qué yo? -Pregunté dirigiéndome al Alfa Noa pero sin apartar la mirada de Bastian.
-Porque eres la única que ha podido noquear a un Alfa salvaje.
-Tiene un punto. – Dije entrecerrando los ojos. – De acuerdo, lo haré.
-Bien. Comenzarás desde ahora. - Dijo el Alfa Noa haciendo un gesto para que nos fuéramos de su oficina y extendiendo de nuevo el sobre de dinero. - Repórtame al final del día en persona cuando vengas a escoltar a nuestro invitado de vuelta a su celda.
-Si Alfa.
Y con eso me encontré con un Bastian muy sonriente en medio del pasillo.
-Dame un minuto, debo enviar un mensaje. – Dije en modo negocios.
-¿A quién?
No respondí, me limité a mover mis dedos furiosamente antes de darme por vencida y llamar directamente a Edson. Lo que tenía que decir era demasiado largo para un texto. Respondió al segundo timbre.
-Hola mamá, ¿Tan pronto me extrañas?
-Ya quisieras. – Dije con un bufido. – Escucha, no sé a qué hora llegue a casa, así que tendrás que pedir algo para llevar o ir a… mi casa a comer. Ahí encontraras a Chase, recógelo y asegúrate de que el señor Fred tenga algo para cenar.
-Entendido. ¿Pido algo para ti?
-Pastel. El más grande que tengan, sin fresas.
-Lo tienes, te veo en casa.
Sonreí al colgar el móvil y luego levanté la vista. Bastian tenía una expresión que no pude descifrar.
Entonces se me ocurrió tardíamente de que estaba haciendo planes para su hijo y… bueno, es su hijo.
-Oh… lo siento. Edson y yo nos encargamos de Chase desde que está aquí y…
-No me importa – Dijo acercándose a mí. Comencé a retroceder cuando él no se detuvo y comenzó a invadir mi espacio personal. – Gracias por cuidar de mi hijo.
Deliciosos escalofríos recorrieron mi cuerpo y el inhaló fuertemente.
A diferencia de la última vez que lo ví, vestía uno de esos trajes que lo hacían lucir increíblemente atractivo. Aunque, la última vez que lo vi con uno de esos dijo que le daba asco. Así como así, el deseo físico que estaba construyéndose dentro de mí ante su cercanía murió.
-¿Qué estás haciendo? – Pregunté frunciendo el ceño cuando me acorraló contra la pared.
-Cediendo a nuestros deseos. – Dijo acercando su cara.
-Whoa. Estás invadiendo mi espacio, aléjate.
-Tú también lo quieres. – Dijo con una sonrisa maliciosa tocándose la nariz. – Lo huelo.
Su clara insinuación revolvió mi estómago.
-Lo que hueles es mi incomodidad. ¿Quieres seguir “oliendo”? Te recomiendo que hagas caso a mi última advertencia. – Dije comenzando a enojarme. – No juego limpio cuando hablamos de tratar con lobos infieles.
Se detuvo en seco y se alejó un par de centímetros. Pude ver su ceño fruncido mientras volvía a inhalar.
-Mis disculpas, de nuevo. No quería hacerte enojar. – Dijo alejándose otro paso. - ¿Podemos hablar de esto? Quizá pueda invitarte a comer y aclararte que Clarissa…
-Escucha Bastian. – Dije cruzándome de brazos. – Acepté el trabajo de vigilar tu culo mientras te paseabas en la manada únicamente porque tus lobos no tienen la culpa de que no puedas controlar tu mal genio. Dime a dónde iremos primero y yo te seguoré, pero preferiría que no tengamos conversación alguna.
Nos miramos un largo rato antes de que asintiera con la cabeza.
-Bien. ¿Podrías llevarme a la zona residencial? Me encontraré con Rowan ahí.
-¿Sector?
-Dos, me parece.
Salimos de la Casa de la Manada en silencio. Por el camino fui saludando a un montón de lobos que me preguntaban si me encontraba bien y que le daban miradas de muerte a Bastian.
-¿Tienes mi teléfono, Rose querida? – Dijo una loba que era madre de uno de mis pequeños aprendices.
-No. – Dije con incomodidad.
-Bien, aquí. – Dijo pidiéndome mi móvil y poniendo su número. – Llama si necesitas algo, cualquier cosa.
-Muchas gracias. – Dije con una sonrisa sincera. – La veré mañana.
-Tendré listas algunas galletas. – Dijo devolviéndome la sonrisa antes de despedirse y seguir por su camino.
-La manada te acepta. – Dijo Bastian un par de calles después.
-¿Tendrían que rechazarme? – Pregunté curiosa. – Si algo he aprendido en los últimos meses es que los buenos y xenófobos lobos se juntan en manadas. Yo sé que adivinarás qué manada es esta.
-Escucha Rose, yo…
-Llegamos. ¿Dónde te vería Rowan?
Durante nuestro recorrido por las casas que fueron asignados a su manada, Bastian intentó entablar conversaciones conmigo, pero se dio por vencido después de que evitara, cambiara de tema o simplemente fuera sarcástica.
La libertad me hacía una persona sin miedo a decirle lo que pensaba.
Noté también que Bastian a pesar de sus múltiples defectos, era un buen Alfa. Se preocupaba sinceramente por todos y no se apresuró a la siguiente casa sin antes asegurarse de que la familia en turno se encontraba bien.
¿Jaula de castigo? Estaba intrigada.
Los cachorros asintieron miserablemente y Bastian suspiró.
-Bien, ahora, dejen que Rose los abrace un poco. – Dijo señalándome.
Si, que Rose los abrace un… ¿Qué?
Lo miré desconcertada hasta que recordé que todos a mi jodido alrededor sabían al verme, oler, sentirme o cualquier m****a, que soy una Luna. ¿Las Lunas reformaban a los cachorros?
Curiosa me agaché y abrí los brazos.
Los cachorros miraron a su madre antes de que ella asintiera y ambos se acercaron recelosos hasta mi. Al segundo de que sus pelajes rozaran mi brazos comenzaron a gemir y de repente había sido tecleada por ellos.
-No la lastimen, cachorros. Sean cuidadosos con ella. – Dijo Bastian entono suave.
Solo así los lobeznos se acomodaron sobre mi y se hicieron una especie de bolita. Algunos segundos después suspiraron.
-Uh… creo que se durmieron. – Dije mirando hacia Bastian desde mi posición en el suelo.
Rowan y Bastian me los quitaron de encima con mucho cuidado y luego se dirigieron hacia la loba por el pasillo.
-¿Dónde? – Preguntó Bastian.
-En este cuarto. Pueden ponerlos en cualquiera de las camas. – Dijo la loba abriendo una puerta.
Los machos desaparecieron dentro y yo me levanté del suelo.
-Gracias… Rose. – Dijo la loba mirándome agradecida.
-No hice nada. – Dije encogiéndome de hombros.
Ella soltó una suave risita.
-Me acabas de dar unos minutos de paz, eso es mucho para mí.
-Oh, bueno, cuando quieras. – Dije imitando su risa. – Escucha, actualmente estoy dando algunas clases a los cachorros de su edad en la escuela de la manada. ¿Por qué no los dejas probar un día? Les enseño qué hacer en caso de emergencia, así que corren y saltan mucho bajo mi cuidado.
-Eso me gustaría, gracias. – Dijo después de pensarlo un poco. – Espero que el Alfa Noa lo permita.
-No creo que tenga objeciones. – Dijo Bastian saliendo del cuarto detrás de Rowan. – Tendrás noticias más tarde.
Salimos de esa casa ante una loba notablemente más feliz.
-¿Siguiente familia?
-Esas han sido todas. – Dijo Rowan cerrando su libreta.
-¿Tenemos tiempo para comer algo?
-Si. Por hoy hemos terminado.
-Bien. ¿Dónde nos recomiendas comer, Rose?
Lo pensé por un segundo.
-Eso depende de qué es lo que quieren.
-No somos quisquillosos. No hemos ni siquiera desayunado. – Dijo Bastian.
-Entonces síganme. - Dije sintiéndome repentinamente muy mal ante esa información.
Un día mi tierno corazón sería mi perdición.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!