-Escuché que hoy te paseaste por la manada del brazo de un apuesto lobo. – Dijo Edson desde el sillón cuando regresé.
Estaba muerta. Comimos rápidamente (Bastian pagó, por supuesto) Después Bastian y Rowan me llevaron a dar un recorrido por toda la manada mientras les explicaba los sectores. Mi recorrido terminó en la Casa de la Manada en donde le dije al Alfa paso por paso la ruta que tomé con esos lobos.
-No sé quién sea tu fuente de información, pero deberías de despedirlo. – Dije sentándome a su lado con un suspiro cansado. - ¿Crees que cualquiera de mis heridas se infecte si me duermo ahora sin limpiarlas?
-No puedo despedir a Beatriz. No es muy buena en su trabajo, pero me proporciona una bella vista en la oficina. – Dijo dándome un repaso rápido. – Quítate la blusa.
-¿Sin un beso primero? – Pregunté divertida.
-Ropa ahora, besos después. ¿Quién me asegura que no estoy compartiendo fluidos con ese misterioso lobo guapo? – Preguntó ayudándome con la blusa. – Bueno, la buena noticia es que esto no se ve tan feo como ayer.
-¿La mala?
-Te dejará una cicatriz, lo siento cariño.
-No me importa. – Dije honestamente. – Las cosas de adultos se pueden hacer con la luz apagada.
-Lamento romper tu burbuja, pero nosotros podemos ver muy bien en la oscuridad. – Dijo divertido levantándose del sillón. - ¿Baño?
-No, estoy cansada. Ser niñera del Alfa gruñón drena mucha de mi energía.
-Iré por tu ungüento. ¿Cómo está tu tobillo?
-Bien. Se ha curado por completo. – Dije cerrando los ojos mientras me relajaba.
-¿De verdad? ¿Cómo?
-Si te lo dijera, tendría que matarte. – Dije medio en broma. – Solo digamos que el bosque me debía un favor por casi matarme.
-¿Con esos hongos? – Preguntó incrédulo pero lo dejó pasar. – Pecho tierra, cariño. Comenzaré a limpiar tu herida.
-Si, doctor. ¿Chase?
-Pasé por él y ahora está durmiendo. Chase y el Alfa Frederick se encontraban gritándole a la televisión. Dejé comida ligera para que cenara el lobo.
-Bien. Que difícil es esto de la paternidad. – Dije dramáticamente.
-Lo sé, así que yo creo que solo nos quedaremos con uno. Me operaré en cuanto pueda, de todas formas si sigues tomando mi tarjeta para tus lujosos baños, nos quedaremos en la ruina. – Dijo terminando con mi espalda y poniéndome de vuelta la ropa. - ¿Te llevo a la cama o llegarás ahí por tu cuenta?
-No me molestes, ya estoy dormida.
A la mañana siguiente desperté en mi cama gracias a los duendes que habitaban en casa de Edson. Eran unos lindos duendes que cambiaban el rollo de papel cuando hacía falta, recogían mi ropa sucia cuando la dejaba en el baño y lavaban semanalmente las sábanas.
Seguí con mi rutina de entrenamiento con cachorros no tan cachorros (debía de buscar un nombre más corto para ellos… quizá ¿Pre-lobos?) en el que ellos corrían por sus vidas mientras yo los seguía de cerca golpeándolos suavemente con mi bastón.
Aun conservaba las dos armas que me había regalo el maestro maderero, pero no sabía usarlas, así que estaban bien guardadas en mi habitación. Quizá le pediría consejo al señor Fred, me daba mucha curiosidad saber cómo se usaban.
Después de los abrazos a mis alumnos, Chase y yo regresamos a prepararnos para ir a la escuela.
-Llegaré tarde. – Dijo Edson. Era raro encontrarlo en la cocina tan temprano. – El Alfa me ha pedido que me reúna con él para discutir sobre algunos nuevos trabajos y luego tengo un montón de papeleo en la oficina qué hacer.
-Pobre Edson. No te preocupes, Chase y yo encontraremos cosas que hacer sin…
Me detuve y miré a Chase.
-Uh… lo siento cachorro, ahora que tu padre está por aquí, quizá deberías…
-No, Rose. Sigamos con nuestra rutina de siempre, por favor. – Dijo el cachorro seriamente. – En este momento no quisiera estar en la misma habitación que mi padre.
-¿Te peleaste con él, chico? – Preguntó Edson dándome una mirada rápida de preocupación. – Cuéntaselo todo a tu papá Beta favorito.
-No quiero hablar sobre eso. – Dijo frunciendo el ceño y luego su cabeza giro rápidamente hacia Edson. - ¿Ya te ha pedido disculpas mi padre?
-No. – Dijo rascándose la cabeza. - ¿Dijo que lo haría?
-Si. Lo que hizo estuvo mal y lo enfrenté ayer. – Dijo con un tierno gruñido. – No es lo que un buen Alfa debería de hacer.
-Eso es cierto, pequeño. – Dije interviniendo ante la mirada de ayuda que me lanzó Edson. – Pero también ten en cuenta de que ningún Alfa es perfecto. No tienen a quién preguntarle si lo que están haciendo está bien y puede que sus brújulas morales no sean las mejores, pero en el caso de tu padre, sé que le importa muchísimo su manada, así que si aun no le ha pedido disculpas a Edson debe de ser porque no ha tenido tiempo. Lo sé porque ayer me pasé la mitad del día persiguiendo a tu padre mientras hacía labores de Alfa.
Me miró un rato antes de asentir.
-¿Hoy también lo seguirás?
-Puedo preguntar en qué habitación se encuentra y llevarte ahí. – Dije acariciando su espalda.
-No está en la manada. Regresó con mi abuelo Luca y no creo que la vuelva a ver.
Asimilé el comentario y dos segundos después una furia ciega recorrió mi cuerpo. Esa perra había abandonado a este pobre bebé. ¿Y dónde estaba su padre?
Decidida comencé a caminar.
-¿A dónde vamos?
-A gritarle a tu padre. – Dije con dientes apretados. – Sostén mi bastón. Quizá le de unos cuantos golpes en esa cabezota.
-Todos quieren gritarle últimamente. – Dijo Chase con una pequeña risita.
-Por algo ha de ser. – Dije distraída ya ideando un plan para noquearlo de nuevo, ahora solo por placer. – Escucha pequeño, no importa lo que pase, puedes vivir conmigo, ¿Lo sabes, no es cierto? Si un día crees que no puedes seguir soportando a ese intento de padre y a la perra de tu madre, siempre tendrás un lugar en mi manada.
-¿Tú manada? – Preguntó mirándome extrañado.
-Bueno, soy una Luna. Supongo que algún día tendré que buscar o mi pareja Alfa me encontrará. – Dije encogiéndome de hombros. – Estoy segura de que te aceptará, no te preocupes. Y, en caso de que no lo haga, simplemente le daré la patada y buscaremos en dónde vivir. Tú y yo, el equipo maravilla.
-No creo que tu pareja me rechace. – Dijo ladeando la cabeza.
-Por supuesto que no, eres muy lindo, ¿Quién te rechazaría?
La enorme sonrisa que me dio iluminó mi día.
Llegamos a la Casa de la Manada y fui directo a la zona de las celdas con mi cachorro en brazos.
-Rose, ¿Por qué tardaste tanto? – Preguntó cuando me vió llegar el bastardo.
-Tu pareja es una perra cruel y sin sentimientos. Espero que tenga una muerte lenta por diarrea.
-¿Qué? - Preguntó perplejo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!