Chase, Rowan y el señor Fred iban detrás de nosotros como un cortejo fúnebre. Bien podría serlo.
No pude razonar con Bastian así que partimos de mi casa en silencio. Para cuando llegamos al bosque detrás del la Casa de la Manada, el Alfa Noa ya nos esperaba con rostro severo.
-Gracias por estar aquí. – Dijo Bastian tendiéndole la mano.
-Haré lo que me pides, pero no seré feliz con ello. – Dijo dándome una mirada superficial y dándose vuelta para caminar hacia el bosque.
-Por supuesto que no. – Dijo Bastian medio divertido.
En una hora más o menos comenzaría a oscurecer y el aire había comenzado a soplar frío. Tal vez por eso temblaba.
-Vamos. – Dijo Bastian dándome una última mirada antes de seguir al Alfa Noa.
Caminamos hasta adentrarnos en el bosque hasta un pequeño claro. Ahí, la gente que había visitado hace unos días se encontraba reunida en un semi círculo. Bastian se adelantó al centro y habló con voz clara y potente, voz de Alfa.
-Los he reunido hoy aquí porque he ofrecido un ritual de perdón hacia mi Luna destinada: Rose Paper.
Exclamaciones impactadas y un montón de lobos viendo hacia mi dirección me hicieron sentir incómoda. No esperaba que Bastian declara ante todos que yo era su Luna. Bueno, no es como si me hubiera pedido mi opinión antes de armar todo esto.
-Mi lista de pecados contra ella es grande. – Dijo con tono serio y automáticamente el claro guardó silencio sepulcral. – Ha sufrido estando bajo mi cuidado y protección, así que hoy restauraré su honor. Ofrezco una disculpa si he tardado en ver mi error.
Entonces se quitó de un tirón su camisa y se arrodilló mirando hacia el cielo. Rowan se puso delante de mí tapando toda vista de Bastian y me extendió una vara con una fina tira de cuero. Traté de no aceptarla, pero él colocó ambas manos sobre las mías y se inclinó para susurrar a mi oído.
-Él sabía lo que sucedería al ofrecerte el ritual, por favor, deja que termine su humillación y que su manada lo pueda volver a ver como un buen líder aunque tú no lo puedas ver como una buena pareja.
Nuevas lágrimas corrieron por mis mejillas.
-No quiero hacer esto. – Susurré solo para él.
-Lo sé. Hazlo de todas formas, Luna. – Dijo con respeto y yo me sentí indigna.
Caminé con piernas temblorosas hacia la espalda de Bastian.
Nunca había golpeado a ninguna cosa con un látigo así que esto estaba mucho muy fuera de mi liga. Solo esperaba que esta tontería terminara pronto.
Tensé mi brazo y lo arrojé hacia adelante rezando por no hacerle daño. Yo no disfrutaba con esto.
Tristemente fallé su espalda y el látigo golpeó su cabeza y parte de su oreja derecha. La sangre comenzó a gotear lentamente de su piel y yo chillé horrorizada. Acababa de herir a alguien por la espalda cuando se encontraba indefenso.
-¡No! – Grité arrojando la ofensiva cosa y dando los pasos necesarios para ver su cara solo para ser abrazada desde atrás. - ¡Suéltame!
El sonido me había traído viejos recuerdos de mi prisión. Celdas oscuras, frías y llenas de lamentos.
-Contrólate, humana. El ritual debe de continuar. – Dijo el Señor Fred a mi oído.
Me tensé lista para decirle unas cuantas cosas que pensaba de todo esto, pero la vista de Rowan tomando el látigo y cortando la piel aun más profundamente que yo me detuvo en seco.
Bastian no se movió ni un centímetro.
Entonces lobo tras lobo tomó su turno en su piel. Observé sin poder hacer nada porque el señor Fred aun me sostenía fuertemente; los cachorros que no eran lo suficientemente grandes para sostener el látigo, eran representados por sus padres y los cachorros que si podían empuñar el objeto ofensivo, golpeaban una y otra vez hasta que acertaban a el pedazo de carne sangriento que se había vuelto su espalda.
El sonido del látigo encontrando su objetivo me traería pesadillas en los siguientes meses, lo sabía.
Entonces fue el turno de Chase y él caminó con paso seguro hacia su padre. Yo cerré los ojos, estaba cansada de esto.
-Yo ya he tomado un trozo de la piel del Alfa Bastian por herir a mi madre y Luna. – Dijo con voz clara. - La prueba está en sus brazos.
Abrí mis ojos de golpe para ver a Chase señalando las marcas de mordidas a medio curar de los brazos de Bastian.
Repentinamente fui soltada y mi cuerpo se derrumbó en el suelo. ¿En qué momento mis piernas dejaron de funcionar?
El señor Fred se acercó y tomó el látigo para dar un rápido golpe antes de regresar con el látigo en manos y ofrecérmelo de vuelta. Esto por fin había terminado.
Volví a ponerme de pie y caminé tambaleante hacia adelante. Bastian no se había movido de su posición a pesar de que había recibido un montón de daño.
Tenía frío el cuerpo y estaba entumecida. Había oscurecido y los sonidos lejanos de truenos inundaban la atmósfera tétrica de la barbarie. El viento soplaba y traía el aroma de la tormenta.
Apreté mi puño contra la palma de mi mano y apreté los dientes rezando por tener mejor puntería en esta ocasión.
El golpe le dio directo sobre la espalda… o lo que quedaba de ella.
Entonces el cuerpo de Bastian comenzó a caer hacia adelante. Yo me arrojé para evitar que su cuerpo colapsara en el suelo. Giré su cabeza un poco del lado que no estaba lastimado con el pecho en la tierra.
-¡Llamen a un jodido doctor! – Grité mientras tocaba la cara de Bastian con dedos temblorosos. Su cuerpo sufría espasmos y su piel se veía fantasmal. – Bastian, tranquilo, la ayuda viene en camino.
Fue cuando le puse verdadera atención a su cara que me di cuenta de que mi primer latigazo no solo le había dado en la oreja, sino también alcanzó parte de su ceja.
-No.. Noa. – Murmuró y al instante tenía al Alfa pegado a nosotros. Yo le eché una mirada mortal, ¿Por qué m****a estaba él aquí y no un médico? - Mi manada…
-Lo tengo. Yo te mataré y tomaré el control de la manada. Cuidaré de tu hijo y le pasaré el liderazgo cuando muera. – Dijo en tono serio y mi cabeza giró en su dirección tan rápido que dolió un poco.
-Inténtalo. – Dije con voz fría y mortal.
Tensé el látigo en mi mano. Que me condenen si dejaba que mataran a este lobo por alguna estúpida tradición medieval.
-Rose… - Dijo débilmente Bastian a mi lado. – La línea Alfa…
-Me importa un pimiento tu preciada línea Alfa. – Dije con ferocidad. – Vas a vivir y seguir liderando a tu manada, vas a cuidar tú mismo de tu hijo y me vas a dar una jodida disculpa que no incluya tener sangre en mis manos. ¿Me escuchaste?
Creo que me sonrió un poco pero luego se quedó mortalmente quieto cerrando los ojos.
-Carajo. – Gruñí cuando el Alfa Noa se acercó. – Mantén tu distancia, jefe. En este momento me siento un poco violenta, ¿Dónde diablos está tu médico?
-No puedo llamar a ningún médico. Nadie de mi manada lo atenderá. – Dijo El Alfa frustrado en mi dirección. - ¿Acaso no sabes que es parte de la tradición el sanar o morir por sí mismo sin ayuda? Ya lo estoy deshonrando al no compadecerme y acortar su sufrimiento.
-Con todo respeto, Alfa. – Dije apretando los dientes. – Entonces vete a la m****a de aquí si no vas a ser de ayuda… y no, no ayudas al darle el tiro de gracia.
-¿Lo dejarás morir lentamente entonces? – Preguntó incrédulo.
-Este hombre vivirá aunque tenga que regresarle el alma al cuerpo con un jodido rayo. – Dije cuando comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia sobre nosotros. -¡Fuera!
El Alfa Noa negó con la cabeza y comenzó a alejarse.
-Sabes dónde encontrarme si…
-No sucederá. – Dije mortalmente seria. – Llévate a la manada de Bastian contigo.
El claro comenzó a vaciarse. Sin un Alfa, obedecerían al eslabón más alto de la cadena alimenticia en este momento.
Miré del Alfa Rowan al señor Fred.
-¿Qué hacen ahí parados? Ayúdenme a llevarlo a casa, aun tengo un montón de ungüentos para heridas.
-Pero la tradición… - Comenzó Rowan.
-A. La. M****a. Tu. Tradición. – Die perdiendo la paciencia. – Y si te queda un solo gramo de lealtad en tu pelaje, me ayudarás a llevar a tu Alfa a casa para que lo cure.
-Esto no le regresará el honor como Alfa. – Murmuró comenzando a acercarse.
-Ah, claro. Se me olvida que perdió todo rastro de honor al sacrificar su futuro por el bien de tu manada. – Dije limpiando el agua de mi cara. – O cuando se tragó el orgullo y pidió ayuda a otra manada para proteger a la suya. O cuando los trajo hasta aquí para que pudieran dormir una noche tranquilos y sin que se preocuparan por el siguiente ataque.
-Entiendo el punto, humana. – Dijo agachándose para tomar a Bastian por el hombro y semi cargarlo a cuestas.
Me levanté y giré mi cara para ver al señor Fred mirando hacia el cielo.
-¿Ayudará o se quedará bajo la luvia? – Pregunté en tono molesto.
-¿Comida? – Preguntó desinteresadamente.
-Pida una jodida pizza, voy a tener que ir al infierno y regresar con el alma de éste. – Dije señalando hacia Bastian
-Está bien. – Dijo acercándose a Rowan para tomar el otro brazo de Bastian.
-¿Seré huérfano? – Preguntó una voz a mi lado.
-Por supuesto que no. – Dije tomando en brazos al cachorro. – Necesitaré un asistente valiente que me ayude a limpiar la espalda de tu padre. ¿Te apuntas?
-No creo ser tan valiente. – Dijo el cachorro sacudiéndose como un perro en mis brazos para quitar las gotas de lluvia que le caían en los ojos. -Pero puedo traerte cosas limpias o algo así.
-Es mejor que nada… espera. – Dije bajando al cachorro. – Ve con ellos, debo correr a otro lugar y regresaré lo más rápido posible.
Eché a correr hacia la calle en donde había estado la casa de Edson. Había una loba específica que tendría que ayudarme si o si a curar a Bastian. No había estado presente en esta tontería, por lo que no sentiría la necesidad de molerla a palos antes de preguntar por su ayuda.
Toqué la puerta cuando la tormenta me alcanzó y el cielo comenzó a caer. Nadie me abrió así que toqué más fuerte y desesperado. No me iría de aquí sin esta loba.
La luz del porche se encendió y se abrió por fin la puerta.
-¡Rose! – Dijo Amanda alarmada al ver mi estado. - ¿Estás bien?
Vaya pedazo de información.
Regresé y comencé a limpiar todo el desastre sangriento del piso. El señor Fred se había ido a dormir hace horas y Rowan desapareció poco después.
Suspiré y recogí al cachorro durmiente para ponerlo suavemente en mi cama después de darle un abrazo y que suspirara. Regresé a la sala y me jalé una silla del comedor para vigilar que el bastardo siguiera respirando.
No sé cuánto tiempo después amaneció y Bastian comenzó a gruñir. Tomé su mano y la apreté suavemente contra mi pecho.
-Shh Alfa. Estás bien, quédate quieto o tendré que noquearte.
-Rose…
-Si, soy yo. Ahora quieto, no me obligues a ir por el bastón.
-¿Por qué Rose?
Él abrió sus ojos y me miró débilmente.
-¿Por qué no te puedes mover? Bueno, porque entonces mandarías a la m****a el trabajo de la única doctora a la que podía sobornar para curarte. – Dije con voz temblorosa. Si podía hablar, significaba que no moriría. Estaba segura.
-No. – Dijo con un gemido cerrando brevemente los ojos antes de volverlos a abrir. - ¿Por qué… por qué te nombraron “Rose”?
Yo parpadeé.
-Mi abuelo decía que me puso así mi madre porque le gustaban mucho las flores. La rosa era su favorita.
-¿Te… te gusta tu nombre?
-Nunca lo había pensado. – Dije sincera y luego me encogí de hombros. – No me disgusta.
-No me gusta… Bastian.
-¿En serio? – Pregunté suavemente. Toqué su frente, se sentía anormalmente caliente. - Dame un segundo, iré por algo para ponerte en el frente.
Regresé con un cuenco de agua y un paño limpio.
-Si. – Dijo y lo miré confundida. – Es en serio que... no me gusta.
-Ah. ¿Cómo te hubiera gustado ser nombrado? – Dije colocando el paño mojado en su frente.
Fruncí el ceño. Nadia no se había encargado del pequeño corte en su ceja. Eso le dejaría una cicatriz.
-Algo más… varonil. – Dijo con una sonrisa tonta y yo le sonreí. - ¿Y tú?
-Si tuviera que escoger otro nombre, supongo que sería una flor otra vez. Quizá si existiera la reencarnación sería una de esas, floreciendo en un campo de color.
-Me gustan… las rosas. – Dijo cuando hice una pausa en la conversación. – Florecen siempre sublimes. Y si reencarnaras… ¿No te gustaría… una vida normal, amar y ser feliz?
-Nada de eso es para mí. – Dije suavemente. – En esta o en otra vida.
-¿Por qué?
-Porque soy una rosa y dudo que tu deidad o la mía, si es que existe alguna, se apiade de mí.. Tengo un jodido destino en el que me arrancarán de la tierra y me llevarán a lo desconocido por el capricho de algún desgraciado al que le gusten las rosas. Seré un regalo que se marchitará pronto o pereceré sola en el campo viendo morir a otras flores.
-Eso es… lúgubre.
-Tú preguntaste. – Dije con una suave risa. – Me he resignado a ser como una flor que se deja llevar por el viento: Sin voluntad y sin opciones pero floreciendo con la poca agua que pueda conseguir.
-Lo siento. – Dijo en tono bajo.
-Creo que he escuchado un montón de eso. Y, como te lo dije, ya te he perdonado. Ahora, suficiente charla, necesito que descanses un poco para que te pueda gritar en cuanto te encuentres mejor.
-¿Por qué?
-Porque no era necesario que te hicieras pasar por esto para tener mi perdón. – Dije dándole una mirada de muerte. Estuve a punto de amenazar a una loba para que te ayudara, ¿Crees que tengo que ganarme enemigos solo para que tu trasero no muera?
-Lo siento. – Dijo cerrando los ojos. - ¿Te quedarás… aquí?
-Si. Duerme.
-¿Puedes…?
Yo tomé su mano y estuvimos así las siguientes horas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!