-Eso es todo por hoy chicos. – Dije tambaleándome al levantarme de la silla en la que estaba.
-¿Se encuentra bien señorita Rose? – Preguntó uno de mis pequeños.
Por supuesto que no. Había estado dos noches sin dormir porque debía vigilar que el chico espalda de picadillo siguiera respirando. Fue un milagro que pudiera arrastrarme para cumplir con mi horario.
Al menos mis cachorros pre adolescentes entendieron que no podría darles clases en unos pocos días.
-Estoy bien, solo estoy cansada. – Dije con una sonrisa mirando los rostros preocupados de mis cachorros. – Vamos, recojan sus cosas y vayamos a casa para que todos tomemos una siesta.
-Me gustan las siestas. – Dijo uno de ellos y corrió por sus cosas. Los demás siguieron su ejemplo.
Revisé mi celular por milésima vez. No solo estaba pendiente de las actualizaciones que Chase me enviaba cada hora o así, sino que también estaba esperando a que Edson diera señales de vida.
Le envié un mensaje al Beta por la madrugada del “accidente” pidiendo ayuda y de nuevo hace unas horas pero el tipo permanecía callado. Me parecía extraño.
Y no podía preguntarle a su Alfa por él porque en este momento no estábamos en buenos términos.
Pasaría por su oficina antes de ir a casa y si no estaba ahí, iría a casa por unas pocas horas de sueño antes de ir a casa de Beatriz a buscarlo.
De camino a dejar a mis cachorros en sus casas, reconocí a algunos lobos de la manada de Bastian paseando muy sonrientes por las calles y eso me hizo apretar los dientes. Claro, si Bastian moría a estos ingratos les importaría una m****a porque ya se encontraban en una manada cómoda en la que no tenían ataques cada cinco minutos. Debía de ser agradable la estabilidad.
Mientras tanto, los adultos y el cachorro que vivían en mi casa y yo misma guardábamos silencio con respecto a todo lo relacionado con las drogas milagrosas, ungüentos y bailes vudús que hemos tenido que hacer en los últimos días para que el idiota siga respirando. Si alguien se enteraba, Bastian no podría recuperar su estatus de Alfa.
Quisiera regresar el tiempo solo para encontrar a los responsables del estúpido ritual y ahorcarlos con sus propias tripas… si, me he sentido muy homicida últimamente.
-Ya he llegado. – Dije en voz alta abriendo la puerta.
-Ya era hora humana, muero de hambre. -Dijo el señor Fred. – También debemos de discutir comprar más sillones.
--Y discutir sobre por qué hay una casa para perros a un lado de la puerta. – Dijo Bastian desde el sillón.
-¿Ya llegó? – Dije divertida.
-¡Si! – Dijo Chase corriendo para taclearme en un abrazo enorme. – Te extrañé. ¿Cómo fue tu día?
-Ah, un caballero que pregunta por mí. Nunca cambies, pequeño. – Dije despeinándolo. – Ojalá todos los adultos de esta casa fueran como tú.
-Yo no he dicho nada. – Dijo Rowan en el piso mirando fijamente la televisión.
Desde que Bastian monopolizó el sillón, hemos tenido que improvisar. De ahí la queja del viejo lobo.
-Por supuesto que no has dicho nada. – Dije frunciendo el ceño. – No trabajas, no lavas cocinas, no lavas los trastes…
-Para eso está la humana. – Dijo sin interés.
Sabía que aunque le había dicho que no hacía nada en la casa, era el encargado de… prácticamente todo. No sé si Bastian se lo ordenó o lo que sea, pero el tipo era un eficiente mayordomo. Únicamente me dejaba a mí a cargo de la comida; nos habíamos adaptado a la vida juntos en poco tiempo y no sé si eso me asustaba.
-Basta. – Dijo Bastian. – ¿Cómo te fue en el trabajo, cariño?
-Bien. No me dormí sobre ningún niño y eso es una victoria en mi libro. – Dije arrojando mis zapatos a donde sea. – Hoy comeremos pizza.
-¿De nuevo? – Preguntó Chase esperanzado y solo así recordé que llevábamos comiendo eso desde hace unos días. M****a.
-Quiero decir, me pondré a cocinar de inmediato. – Dije con resignación.
-Pero la pizza…
-No, cachorro. Rose tiene razón, no es saludable que solo comas masa. – Dijo Bastian con un gemido reacomodándose.
-Si, papá. – Dijo con un puchero adorable.
-Entonces… ¿Por qué has comprado una casa para perros? – Preguntó casual Bastian de nuevo. Yo sonreí sin darme la vuelta, estaba en una misión de lavar vegetales. – ¿Planeas tener una mascota?
Chase se rió fuertemente de su comentario.
-Es difícil tener a un buen peludo leal. – Dije en voz alta desde la cocina. – Esa es una casa de castigo; a partir de hoy, quien haga enojar a la humana se irá a dormir al patio.
Tres gruñidos molestos y una pequeña risa acompañaron mi declaración.
Veinte minutos después le daba de comer a Bastian con cuidado de no tirarlo en su cara directamente.
-Veo que te encuentras mejor. – Murmuré mientras los demás comían como lobos normales en la mesa.
-Si, gracias a ti. – Dijo dándome una mirada ardiente que me hizo sonrojar. – Estoy seguro que para mañana estaré lo suficientemente bien para…
-Para nada. – Dije seria. – Te quedarás ahí hasta que dejes de gemir de dolor en sueños.
-Mi manada tiene que saber que sigo vivo en las próximas horas o sino buscarán a otro Alfa. – Dijo con igual seriedad.
-¿Seria tan malo dejar de ser Alfa? – Pregunté suavemente con curiosidad.
Él consideró mi pregunta por algunos bocados más.
-Supongo que no. Es solo que no sé ser otra cosa.
-Bueno, tienes habilidades para la lucha, podrías ser un guardia. No te aseguro que sea menos peligroso que ser un Alfa ya que son los primeros en la línea de fuego pero…
-No creo que funcione. – Dije con media sonrisa. – Ningún Alfa me aceptaría en su territorio debido a mi puesto anterior; me matarían. O al menos lo intentarían.
-No estoy viendo al Alfa Noa en la puerta intentando tener tu garganta. – Dije arqueando una ceja. – Otro buen ejemplo es el señor Fred. Lo aceptaste en la manada ¿No es cierto?
-Por supuesto que lo acepté, es su manada. – Dijo frunciendo el ceño. – Le ofrecí su puesto de nuevo pero lo rechazó. Y con respecto a Noa, creo recordar que una humana amenazó su vida si se me acercaba.
-Quita esa sonrisa presumida de tu cara. No lo hice por ti, es solo que nadie me iba a privar de gritare un poco por ser idiota. – Dije mirando hacia otro lado.
-Lo que digas. – Dijo con voz plana. - ¿Ya te he agradecido por perdonarme?
-Hoy no.
-Gracias por perdonar mi culo idiota.
-No hay de qué, solo no vuelvas a hacerlo. – Dije tocando inconscientemente la herida que me dejó su garra hace unos días. Al parecer tendría otra cicatriz.
-No lo planeo, pero solo en caso de que llegue a pasar, puedes patearme con tu bastón.
-Excelente idea, lo que me recuerda que tengo que buscarlo porque aun sigue perdido en acción. – Dije frunciendo el ceño. – Odiaría perderlo, es un regalo preciado.
-Imagino que lo es. Ese bastón fue la única posesión que el Alfa Frederick trajo a su vuelta del exilio.
-¿De verdad?
-Si. Tengo entendido que era un regalo para su pareja pero…
-M****a. – Dije abriendo los ojos y mirando hacia la cocina en donde los demás estaban comiendo. – No lo sabía.
-Comenzó a hacerlo cuando su pareja quedó embarazada pero a su muerte no tuvo corazón para terminarlo, así que me parece que vino a esta manada para que alguien más lo terminara.
-Eso es parcialmente cierto. – Dijo el señor Fred apareciendo y toando el control e la televisión. – No es que no pudiera terminarlo, simplemente no había motivo para hacerlo. Ahora, ¿Tienes planes para más tarde, humana?
-Pensaba ir a visitar a Edson. – Dije encogiéndome de hombros. - ¿Por qué?
-Ya que te encuentras paseando descuidadamente por la manada desarmada, creo que sería un buen momento para enseñarte a usar las armas que guardas en tu habitación. – Dijo seriamente.
Menos mal que vine a almacenarlas a mi casa; lo hice en principio porque tener ese tipo de cosas a la mano de un cachorro sería peligroso.
-¿Sabes cómo se usan? – pregunté impactada.
-Son espadas cortas, no hay ciencia en ello. – Dijo con un bufido.
-Yo creo que son más como tenedores enormes. – Dije rascando mi ceja.
Resignada cerré la puerta y me coloqué en el lugar en el que estaba Rowan, luego tomé la esponja que había dejado caer al agua.
-Trataré de no lastimarte. – Dije lentamente.
El agua comenzó a ponerse rosa de inmediato.
-¿Qué tal el entrenamiento?
-Estoy aprendiendo a usar un arma desde cero, no esperaba hacer mucho hoy. – Dije quitando el tapón de la bañera para que el agua sucia se fuera.
-¿Cuánto tiempo te tomó aprender a usar tu bastón?
-Un par de meses. El señor Fred me entrenaba por las mañanas, por las tardes después de mi trabajo y algunas veces por las noches.
-No me extraña que seas letal con esa cosa. – Dijo con admiración y yo sonreí aunque no pudiera verme.
Su espalda había cicatrizado en su mayor parte, las heridas más profundas eran las únicas que aun sangraban un poco si se movía con demasiada rapidez. La herida que le había hecho sobre la ceja le dejó una cicatriz que lo hizo ver más… peligroso.
-Tenía que serlo. Sabía que un día Clarissa se cansaría de mi culo e intentaría matarme de verdad.
-No lo hubiera permitido. ¿Me crees?
-Te creo, siempre tenías un sexto sentido de la oportunidad para llegar cuando ella estaba en su peor estado violento.
Volví a abrir la llave del agua para llenar una vez más la bañera y seguir con lo que estaba haciendo.
-Los lobos tenemos un buen oído. Los Alfas tenemos un extraordinario oído. – Dijo en tono serio. – Algunas veces incluso podía escuchar desde mi oficina las conversaciones que tenías con mi hijo.
-¿Algo interesante?
-Siempre fuiste cuidadosa al hablar en la Casa de la Manada. – Dijo Bastian desdeñoso. – Eso me recuerda… quisiera disculparme por un par de cosas más.
-¿Vas a pedirme perdón por cada una de las veces que me has visto feo? Porque son muchas y se vuelve aburrido con el tiempo. – Dije quitándole hierro al asunto. Después de su ritual, como que medio odiaba las disculpas.
-Yo le pedí a Susie que te pusiera en un lugar seguro. – Dijo y medio me tensé. – No sé por qué pensaría que te quería encerrada en el sótano, quizá debí de haber sido más específico. Desgraciadamente, no puedo preguntarle por ese detalle.
-¿Por qué?- Pregunté curiosa.
Ahora que lo pensaba, no había visto a la loba y a su pareja. ¿Lo habrían abandonado?
-Porque murió en uno de los ataques de hace un mes. – Dijo en tono triste. – Ella y su pareja no pudieron ir al sitio seguro a tiempo.
-Lo siento mucho. – Dije al escuchar su tono de voz. - ¿Eran cercanos a ti?
-Lo más cercano que tuve a una madre y un padre. – Dijo con un suspiro. – Fue gracias a Susie que mi hermana y yo tuvimos una buena infancia. Nunca olvidaré el dolor en su rostro cuando me dijo que algunos humanos se la habían llevado.
-¿Ella…?
-Susie estaba con ella cuando sucedió. – Dijo sacando las manos del agua y mirándolas fijamente. – Le había pedido que tomara a mi hermana y escaparan a la ciudad humana más cercana en caso de que yo no pudiera ganarle a mi padre… Bien, creo que no te había contado esa parte, como sea, no es importante.
-Bastian, no sé mucho de tu vida. – Dije negando con la cabeza. – Me gustaría… conocerte, si eso está bien para ti.
-Por supuesto que está bien, eres mi pareja.
-Empecemos por ahí. – Dije terminando con su espalda. - ¿Cómo sabes que soy tu pareja?
-Hueles a lo más dulce que mi nariz ha olfateado en mi vida. – Dijo pensativo. – Mi instinto dice que te lleve al primer arbusto que encuentre para restregarme contra ti. Y cada vez que nuestra piel está en contacto, tengo una erección.
Mi boca cayó abierta. Y unos segundos después salió de mis labios una risita nerviosa.
-Demasiada información, además no creo que tengas…
Entonces se levantó lentamente del agua y giró en mi dirección.
-…creo que dejaré de preguntar algo si no puedo con la verdad.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!