-¿Sabe? Creo que aún no le he preguntado cómo m****a es que sabe usar un montón de armas humanas.
-Era un cachorro muy inquieto. – Dijo corrigiendo mi postura.
Era nuestro tercer día de entrenamiento y absorbía todo lo que me decía como una esponja. Quizá éstas debieron de haber sido mis armas desde el principio ya que era mucho más fácil moverlas que mi bastón.
-Crecí viendo películas de acción humanas, tenía un montón de tiempo libre y talento para crear objetos de madera. ¿Para qué crear armas si no sabes usarlas?
Eso tenía mucho sentido.
-Quizá en menos de un mes puedas manejar esas armas como una profesional.
-¿Podré atacar con ellas? – Pregunté esperanzada.
- No, ¿Estás demente? Solo te he enseñado cómo dar algunas vueltas de tu muñeca, el arte de atacar es otra historia distinta. – Dijo divertido. – Ahora vamos dentro, tengo hambre.
-Ya voy. – Dije arrastrando los pies detrás de él.
Dentro, en el sillón designado de Bastian se encontraba el lobo leyendo tranquilamente un libro. ¿De dónde lo sacó? Quién sabía.
En cuanto guardé a mis nuevos bebés (Puño y furia) en sus fundas en mi cadera pasé de largo directo a la cocina.
-¿Por cuánto tiempo me vas a ignorar, Rose? – Preguntó en voz alta.
-Hasta que relinches y admitas que eres medio caballo. – Murmuré para mí misma.
Solo que olvidé que tiene un buen oído y su carcajada trajo una sonrisa a mi rostro.
-Deja tus extraños fetiches y comienza a cocinar, humana. – Dijo el señor Fred desde la sala y yo suspiré.
Hoy era mi día libre y me había matado la mitad de la mañana entrenando; Rowan había ido a vigilar las cosas con la manada para saber si aun Bastian tenía una manada que liderar y Chase se fue a una “cita de juegos” en la Guardería con Amanda.
Así que solo éramos el trío maravilla en la casa.
-Si ordeno algo de comida, ¿Volverías a hablarme?
Yo cerré de golpe la puerta del refrigerador y volví a la sala recargándome casualmente en una pared.
-¿Helado?
-Comparé un par de litros de tu sabor favorito. – Dijo dejando a un lado su libro para darme toda su atención. Podría acostumbrarme a eso.
-¿Acaso sabes cuál es?
-Galleta. – Dijo con una sonrisa arrogante.
-Bien. Relincha y compra el almuerzo, entonces pensaré en volver a dirigirte la palabra.
-Ya te dije que no controlo mi cuerpo. – Murmuró mientras sacaba su móvil y marcaba el número del restaurante.
-No me importa si lo controlas o no, es descortés quererme sacar un ojo cuando yo solo te ayudaba a lavar tu espalda. – Dije con un puchero.
-¿Qué mal he hecho yo para tener que escuchar estas tonterías de los jóvenes? – Dijo el señor Fred caminando hacia el pasillo. – Que alguien me avise cuando llegue la comida.
Con eso se encerró en su habitación.
Aprovechando que Bastian estaba ocupado, miré mis mensajes sin revisar.
Ayer Edson me había llamado mientras estaba entrenando y no dejó un mensaje; le regresé la llamada pero no contestó. Tampoco contestó mis múltiples mensajes y comencé a preocuparme ligeramente.
-¿Sabes qué? Mientras esperamos la comida iré a revisar si dejé mi bastón en casa de Beatriz. – Dije dirigiéndome a la puerta.
-¿Buscas al Beta? – Dijo Bastian con medio gruñido.
-Si. Y también busco mi bastón, adiós. – Dije quitándole importancia.
Salí de mi casa con los gruñidos de protesta de Bastan, Había desarrollado celos hacia mi Beta favorito y tendría que superarlos, no le daría la espalda a mi mejor amigo solo porque a mi pareja (extraño término al que aun no me acostumbraba) tenía un problema con ello.
Rodeé la casa y revisé si la puerta trasera estaba cerrada. No lo estaba así que entré con mucho cuidado de no hacer ruido.
La casa estaba fantasmalmente en silencio y los vellos de mi cuerpo se erizaron. Quizá debería volver y…
Entonces el sonido de un gemido de dolor me puso en guardia, pero no fue hasta el sonido de un golpe que decidí entrar en acción.
Seguí el ruido por el pasillo hasta la última puerta y pequé mi oído a la puerta.
Otro golpe, otro gemido.
-Yo no sé para qué carajo te seguimos manteniendo con vida.
Me congelé, la asquerosa voz era la de una loba que yo conocía muy bien: Clarissa.
-Ya deja de lloriquear, yo no tendría que hacer esto si no se te hubiera ocurrido hacer esa llamada. ¿A quién marcaste? Jodido lobo, pensé que estabas bien drogado… quédate quieto, de todas formas no podrás hacer nada una vez que llegue… ¡Que te quedes quieto, joder! Sigue así y daré la señal para que invadan tu manada ahora mismo. – Dijo con una carcajada cruel. – Será fácil tomar la Guardería y hacer que me entreguen la manada voluntariamente.
Nuevo plan: Matar a la perra y dar aviso al Alfa de una posible invasión. Pan comido.
Conté hasta tres antes de irrumpir en la habitación con mis tenedores en cada mano.
Tuve que contener un grito de horror al ver el estado de Edson y solo me concentré en la perra loca que apuntaba con una pistola directamente hacia mi cara.
M****a, m****a, m****a…
Di una disculpa silenciosa a Edson en la cama por no haber podido salvarlo justo cuando algo me golpeó por detrás y se apagó la luz.
La siguiente vez que desperté me encontré en una celda sucia, oscura y desnuda. Automáticamente mi primer instinto fue gritar; al menos, hasta que una voz desde algún sitio de mi prisión me pidió que guardara la calma.
Me tensé porque no había escuchado esa voz en años.
-¿Eres tú?
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