-Por favor, no hagas ruido. – Dijo la voz en tono bajo. – No les gusta el ruido.
-Tampoco les gustaba en nuestra prisión, ¿No es cierto?- Dije arrastrándome y palpando con las manos el suelo y los alrededores.
N sabía si podía levantarme ni las dimensiones de donde sea que estuviéramos, así que sería mejor ir con calma.
-Te conozco. – Dijo en un suave murmullo.
Seguí palpando hasta llegar a lo que parecía ser una pared sólida y comencé a explorar hacia arriba y luego hacia los lados. Hasta que me topé con algo metálico y casi tropiezo con el cuerpo de la chica.
Joder, esperaba equivocarme, pero creo que tenían a la chica encadenada a la pared.
-Si. – Dije respondiendo lo más bajo que pude. – Me parece que ya hemos estado juntas en otras circunstancias. ¿Sabes en dónde estamos?
-No podría decirlo con seguridad. - Dijo con voz temblorosa. – No hablan mucho a mi alrededor.
Suspiré y seguí recorriendo la pared con cuidado de no lastimar a la chica.
En nuestro tiempo juntas nunca dijimos nuestros nombres y tuvimos mucho cuidado de no decir más que alguna palabra ocasional. Si ella se atrevía a decirme una frase completa quería decir que nuestros captores eran mucho más tolerantes que los anteriores. Consuelo de tontos.
Di la vuelta completa al lugar: Barrotes, una cerradura, tres paredes de piedra y roedores ocasionales correteando por mis pies.
Cuando estuve cerca de la chica me dejé caer a su lado. En aquella ocasión nos consolábamos la una a la otra simplemente acercando nuestros cuerpos; se sentía extraño volver a la antigua rutina.
-Supe que había estado ahí por tres años. – Dije cerrado los ojos. No es como si importara tenerlos abiertos de todos modos. – Me compraron y de eso han pasado cerca de dos años.
-Entonces debo llevar cerca de ocho años en el infierno. – Dijo con un murmullo. – Te lo agradezco.
Lo primero que yo quise saber al salir de mi prisión fue saber el tiempo que había transcurrido. Quizá porque me volvía loca el no ver la luz del sol; suponía que para ella sería igual.
-¿Has estado aquí todo este tiempo?
-Desde la última vez que te vi. – Dijo con voz entrecortada. - ¿Cómo te llamas?
-Rose.
-Yo soy…
Se interrumpió porque escuchamos el ruido de una puerta chirriante al abrirse. Enseguida la sentí temblar y esa no era una buena señal.
-¿Adivinen qué, perras? – Dijo una voz de hombre en la oscuridad y me encogí internamente ante su timbre malvado. – Ya que hay carne nueva, lo celebraremos con una sesión rápida antes de llevarme a la perra nueva. Si se portan bien, incluso consideraré darles de comer. Complázcanme en menos de veinte minutos y ya veremos.
Un nuevo chirrido, esta vez cercano me hizo saltar un poco.
-¿Ya lo has hecho? – Preguntó casi imperceptiblemente la chica.
-¿El qué?
-Sexo.
Me congelé. Si a eso se refería el tipo, entonces…
La luz de una antorcha iluminó el rostro cruel de uno de nuestros carceleros. De baja estatura, gordo y de rostro repugnante, miró en nuestra dirección lamiéndose los labios.
-¿A quién probaré primero?
-Tómame a mí, ¿No hemos pasado por muchos buenos momentos? -Dijo la chica a mi lado y mi cabeza volteó a mirarla.
Con la escasa luz del fuego podía ver su lacio y largo cabello ocultando su rostro. No necesitaba ser un genio para darme cuenta de que la chica se estaba ofreciendo a propósito para evitarme… eso.
Lo agradecía de corazón, pero no pensaba dejar que se sacrificara por mí. De alguna forma nos sacaría de aquí, al demonio las consecuencias.
Bien. No tenía armas (ni ropa, ya que estamos), no tenía las llaves para salir de aquí… pero suponía que el tipo si. Así que como primer paso tendría que neutralizar al tipo y robarle sus llaves, después… bueno, ya se nos ocurriría algo. Si el tipo había dicho que teníamos veinte minutos para jugar eso quería decir que teníamos ese tiempo antes de que alguien lo extrañara.
Analicé la situación fríamente sin dejarme llevar por la negativa del hombre de “tomar” a mi compañera y dirigirse directo hacia mi; alguien me había golpeado por la espalda justo cuando una perra loca me apuntaba con un arma, después aparecí aquí con mi excompañera de celda y ahora alguien quería verme en un rato.
Con toda esa información yo podría pensar que Clarissa y algunos lobos estaban implicados en mi secuestro. No podía confiar entonces en que el tipo manos de pulpo que actualmente tocaba mi piel como si le perteneciera no fuera un lobo.
Desarmada y con un lobo en la celda hasta demostrar lo contrario.
El tipo dejó sobre una estructura metálica que no había notado cerca de la pared la antorcha y luego jaló uno de mis pies hasta que quedé totalmente acostada sobre el suelo; finalmente se colocó a horcajadas de mi cadera..
Inhalé profundamente y traté de quedarme lo más quieta posible. Esperé mi momento hasta que el tipo llevó sus manos hacia su pantalón; fue cuando levanté la mitad inferior de mi cuerpo para hacerle perder el equilibrio.
Lo logre y fue solo suerte, ya que el tipo no se lo esperaba, que se inclinara hacia adelante con media maldición. Entonces solo fue cuestión de levantar mi cabeza rápido y con todas mis fuerzas.
Fue satisfactorio el crujido de su nariz.
Tuve alrededor de dos segundos antes de que pidiera ayuda o que reaccionara de forma violenta y los aproveché para quitarlo de encima, localizar su garganta y golpear lo más fuerte que pude.
Por desgracia el tipo no se rindió con eso, así que rodamos por el piso. El gruñido que salió de su garganta y sus garras creciendo fueron el indicativo de que el tipo era un lobo.
Más m****a para mí, yupi.
Esquivé sus garras todo lo que pude pero era difícil cuando no podía ver tan bien como él en la oscuridad. Inevitablemente me hirió pero tenía que seguir moviéndome a pesar del dolor.
-¡Jodida… humana! – Dijo con rabia asestando otro zarpazo.
Aproveché su impulso para abrirme un hueco y patear sus partes de chico. Fue difícil ya que aun tenía los pantalones abajo, pero con un poco de desesperación todo es posible.
Cuando gimió de dolor volví a atacar su garganta hasta que el lobo dejó de hacer ruidos…. Y de moverse.
-Oh dulce Madre, Oh dulce Madre. – Repetía mi compañera de celda mientras yo intentaba volver a respirar con normalidad.
-No, mi nombre es… Rose. – Dije comenzando a registrar al lobo.
Mi cuerpo temblaba incontroladamente y sabía que en cuanto la adrenalina se fuera, iba a doler mucho. Esperaba que todas mis heridas fueran menores porque tenía que sacarnos de aquí.
-Rose… ¿Qué has hecho? Nos matarán a ambas.
-Existen muy pocas personas que pueden decidir cómo morir en una situación de m****a. – Dije encontrando por fin un manojo de llaves dentro de la chaqueta del lobo muerto. – Así que tus opciones son: Vienes conmigo y rezamos porque fuera de esa puerta no hayan guardias que nos maten, o te quedas ahí y en cuanto alguien venga a preguntar por el tipo me delatas y rezas porque no te maten.
-No me gustan mis opciones. – Dijo con un sollozo desesperado. – No sé si pueda moverme de aquí. He pasado… mucho tiempo sin caminar. No creo tener la fuerza.
-Te ofrecería mi hombro, pero actualmente es un lío sangriento. – Dije dirigiéndome a ella. – De cualquier forma debo de salir de aquí porque creo que muchas vidas corren peligro. No sé qué tan enterada estás del mundo en el que los hombres se ponen peludos pero…
Para mi enorme sorpresa y abrupta euforia, nos encontrábamos en una planta inferior. Quizá hasta podríamos salir por aquí.
O al menos eso pensé antes de que escucháramos algunas risas al otro extremo del pasillo.
-Nos olerán. – Dijo la chica con un quedo chillido.
Tenía un buen punto. Sin más decidí que nos arriesgaríamos a explorar el pasillo de la derecha. El pasillo de la izquierda terminaba en un librero de aspecto viejo junto con algunas sillas, así que la decisión era fácil. A la derecha había dos puertas y en alguna podríamos escondernos. O podríamos encontrar más lobos.
-También seguirán eso. – Dijo señalando débilmente algunas pequeñas gotas de sangre.
M****a, si ella podía verlas, los lobos también.
-Si bueno, perdón por no parar de sangrar. – Murmuré dirigiéndome a la primera puerta.
Nos metimos a lo que parecía ser una oficina y luego pegamos la oreja a la puerta para ser capaces de escuchar.
-… para la cena.
-Su hija está en la manada, obviamente cocinarán algún platillo de lujo.
-¡Qué envidioso me siento en este momento! De hecho, quizá más tarde cuando el Alfa termine de degollar a su nueva mascota para complacer a su hija, podamos divertirnos con nuestro juguete.
-Tendríamos que darle un baño primero, ya sabes que Edwin la deja asquerosa cuando termina.
-Como sea…
Las voces se fueron alejando y yo le di gracias a cualquier deidad que estuviera interfiriendo. Palpé la pared para buscar el interruptor de la luz y dar un vistazo a la habitación; quizá podría encontrar algo para utilizar como arma. Un poco de ropa tampoco estaría mal.
-¿Qué haces?
-Busco un arma, un teléfono o cualquier m*****a cosa que nos ayude a irnos de aquí. – Dije caminando hacia el escritorio y sentándome en la silla detrás de este.
-Te ayudaré… en cuanto tome cinco minutos de descanso. – Dijo deslizándose por la pared.
-No te preocupes, coge fuerza para lo que sigue. – Murmuré ya enfocada en los papeles que tenía enfrente.
Con cada papel que leía mis ojos y mi incredulidad crecían. Negué con la cabeza y luego busqué una bolsa o cualquier cosa para llevarme un buen botín de aquí… si es que conseguíamos escapar a tiempo.
En la habitación no había un móvil o un arma, pero si contenía claves bancarias, contraseñas, negocios, estrategias para ataques pasados y futuros hacia otras manadas… no sabía si el padre de Clarissa era muy organiza, muy confiado en la lealtad de sus lobos, o muy estúpido.
Decidí llevarme todo lo que pudiera cargar y que tuviera algún aspecto importante. Empezando con el cajón llena de USBs sospechosas, los documentos en el que hablaban de dinero… y todo lo que pudiera entrar en un maletín de cuero que encontré y que pensaba robar.
-Tengo buenas y malas noticias. – Dije en voz baja.
-¿Moriremos?- Preguntó esperanzada.
-Uh… no lo sé, pero enfócate. -Dije honestamente. – Quizá no estés bien versada en los últimos años de tu ausencia en el mundo lobuno, pero lo que acabamos de encontrar aquí explica un montón de misterios y provocará una jodida guerra. No hay tiempo para detalles. Entonces, las buenas noticias es que sé dónde se guardan las llaves de los autos; la mala noticia es que la última vez que conduje maté un buzón y con la cantidad de sangre que estoy perdiendo, es poco probable que no nos estrelle en algún inocente árbol.
-Déjame ver si… entendí. – Dijo despacio levantándose con piernas temblorosas. – ¿Me estás diciendo que quieres escapar de aquí en auto con un montón de cosas que harían que nos maten si nos atrapan y que aunque tomemos el auto es posible que nos matemos?
-Si, básicamente. – Dije llenando hasta el tope mi maletín. – Entonces… ¿Cómo quieres morir?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!