¡Papá compró una humana! romance Capítulo 57

El edificio desde el que íbamos a saltar resultó ser una especie de bodega por lo que no hubo resistencia o lobos dentro del lugar. Llegar a la azotea fue la parte fácil.

Busqué en los dos pisos del lugar una escalera pero no encontré nada parecido; tendría que correr, saltar y rezar por no romperme la cabeza contra el suelo ya sea del otro lado de la ventana o dos pisos más abajo.

Así que la decisión aquí sería sencilla: Saltar ahora o esperar a Edson.

Me asomé brevemente para mirar la situación de abajo; Edson se encontraba intercambiando golpes ligeros con los guardias. Fruncí el ceño porque no veía fuerza en sus golpes, quizá aún estaba herido y la misión le quedaba un poco grande en este momento.

Lo observé por un minuto más antes de decidir que no necesitaba mi ayuda porque los guardias se movían igual de lento. Me encogí de hombros y caminé hasta el extremo opuesto de la azotea.

Cerré los ojos para armarme de valor al mismo tiempo que comenzaba a dar pequeños brinquitos para calentar. Cuando me sentí lista, abrí los ojos y comencé a correr.

Debía de ganar la suficiente velocidad para lograr ese salto así que solo me enfoqué en eso.

A mitad de mi camino escuché algunos gritos provenientes de abajo.

-¡Alto, Rose! ¡Espera! ¡Jodida loca, detente! ¡No saltes!

Eso último me hizo disminuir la velocidad y derrapar un poco. Solo para no perder la costumbre, caí de culo.

-Joder. – Murmuré tocando mi adolorida retaguardia.

Me levanté y caminé hacia la orilla para gritarle al bastardo solo para ver cómo los lobos guardias se encontraban abriendo candados y quitando cadenas.

Edson me miraba incrédulamente.

-¿En serio ibas a saltar? – Preguntó haciendo un megáfono con las manos.

Yo le hice una seña obscena y luego me apresuré a bajar. Lo encontré justo en el mismo lugar.

-Claro que iba a saltar. ¿Qué trato hiciste para que los lobos nos ayudaran? – Pregunté señalando a los guardias.

-No mucho, solo mencioné de pasada que mientras nosotros liberábamos a los lobos de este horrible lugar, Bastian se encontraba en camino a matar a su Alfa. Fingimos pelear hasta que la cámara que vigila el lugar giró en otra dirección. – Dijo con una sonrisa victoriosa. – Nos darán las llaves de las celdas y ellos se quedarán aquí afuera como si realmente me hubiera encargado de ellos.

-La ayuda adicional es bienvenida. – Dije regresándole la sonrisa.

Francamente, ¿Qué tan horrible debe de ser un Alfa para que nos ayuden tanto a matarlo?

Eso me dio una idea para después.

-Las llaves están enumeradas por celda y por piso. – Dijo uno de los guardias viniendo hacia nosotros y sacando de su bolsillo un montón de llaves que le entregó a Edson.

-Empiecen por los pisos de arriba; son los lobos más recientes y que quizá puedan ayudarlos a reunir o mover a algunos otros que tienen… más tiempo allí. -Dijo el otro guardia. – Si lo que buscan es una distracción, ¿Desean que llamemos a los otros guardias?

-No será necesario, gracias. – Dije tomando la mano de Edson y comenzando a caminar rápidamente. - ¡Muchas gracias!

-¡Gracias a ustedes! – Gritó uno de ellos antes de que ambos guardias se transformaran en lobo y comenzaran a atacarse entre sí.

-Sangre. – Dijo Edson cuando entramos por la puerta. – Las cámaras deben de mostrar que los herí lo suficiente como para que no pudieran detenerme.

-Ah. Espero que no se hieran muy profundamente para eso.

Puse verdadera atención al lugar mientras subíamos piso tras piso; lúgubre, apestoso, descuidado y… ¿Era eso una rata? Si, lo era.

Al parecer todos los lugares de los que el Alfa Luca era dueño parecían tener la misma decoración. A excepción de la Casa de la manada, esa tenía un pasillo muy bonito y una oficina elegante. “Tenía” es la palabra clave aquí.

Llegamos al décimo piso de este enorme lugar y nos detuvimos para recuperar el aliento. En cuanto volviera a casa, doblaría en número de vueltas de los cachorros y me uniría a ellos…

Casa… qué concepto tan extraño.

Me sacudí mi nueva revelación y corrí junto con Edson hasta el fondo del pasillo; dos hileras de celdas llenas de lobos tirados de cualquier forma, sucios y con los ojos sin vida.

Joder, si éstos eran los más nuevos… bien, no pensaría en ello. Tenía una misión.

-Quita la mitad de las llaves y dámelas, te toca la otra mitad. – Dije apresurando a Edson cuando me quedó claro que abrir puertas no era su fuerte.

Lo hizo y un par de maldiciones después me encontré abriendo las celdas de enfrente. Todo mi ser se estremeció cuando abrí mi primera cerradura y los lobos dentro se arrastraron penosamente hasta un rincón. ¿Por qué…?

Cachorros. Los lobos adultos trataban de proteger a las pequeñas bolas de pelo que temblaban incontrolablemente en el rincón.

Suficiente. Era… suficiente.

-Por favor, no vengo a hacerles daño. He venido a liberarlos. -Dije en tono suave.

Ninguno dio señales de haberme oído.

-No tenemos tiempo, debemos salir de aquí; sus familias están preocupadas y nos han enviado a rescatarlos. – Giré mi cabeza en dirección a Edson. No le iba mucho mejor que a mí. – ¿Ideas?

-Ni una m*****a. – Dijo apresurándose a ir al siguiente cerrojo. – Por el momento solo dejemos las celdas abiertas y sigamos adelante. Quizá nos crean más adelante.

-No creo que tengamos tiempo para eso. – Dije negando con la cabeza mientras iba a la siguiente celda siguiendo su ejemplo.

-No lo tenemos, pero no es como si pudiéramos obligarlos a todos a salir si no quieren hacerlo. – Dijo con frustración. – Háblales, eso funcionará.

-¿Qué? – Pregunté confundida.

-Bien, muchas gracias. – Dije conmovida. – Cachorros y personas que no pueden ni mantenerse en pie, por favor, sigan al Beta Edson. Él los guiará hasta el agujero debajo de la segunda cerca para que puedan reunirse con sus familias al otro lado.

-Ten cuidado Rose, no hagas nada loco, ¿De acuerdo? Volveré contigo tan pronto como deje a los lobos del otro lado de la cerca.

-¿Yo? – Parpadeé inocentemente. – Yo solo voy a presenciar cómo le cortan la cabeza a mi carcelero, secuestrador y malvado lobo.

Me miró incrédulo, pero partió sin más comentarios.

-¡Vamos chicos! – Grité a mi no tan pequeño grupo.

Muchos se transformaron en lobos y yo comencé a correr en dirección a la tercera y última cerca que debíamos atravesar para llegar hasta el edificio correcto.

No tenía la paciencia suficiente, ni quería perder tiempo buscando el hoyo que habría cavado Rowan para que ambos atravesaran, así que tendríamos que utilizar el plan “B”.

Robar un auto y atravesar directamente la cosa. Los llevé directo hacia la puerta y comencé a buscar un auto en las proximidades.

¡El pollo Alfa haría una gran entrada!

Entonces los lobos comenzaron a aullar en nuestra loca carrera. Adiós a nuestro plan sigiloso.

Volví a enfocar mi atención hacia la puerta de la cerca y, milagro de milagros, los lobos que se encontraban custodiándola comenzaron a abrirla con prisa.

No mentiré y diré que no me decepcionó un poco que no pusieran resistencia. Como sea, esto nos ahorraba tiempo, así que al pasar les di las gracias pero ellos solo se transformaron y siguieron a mi alegre grupo.

Bueno, dos o diez patas vendrían bien al objetivo.

Los lobos comenzaron a disminuir el paso. No los culpaba, no sabía si habían sido alimentados antes de venir a gastar sus pocas energías conmigo. Me adapté a su paso y al parecer eso les gustó porque aullaron aún más fuerte.

Comencé a notar que más lobos se unían a nuestra comitiva. Yo me encogí de hombros y tomé mi bastón con más fuerza para darle un par de giros.

-¡A la carga! – Grité melodramáticamente.

Mi grito de alguna manera los había motivado y dieron un esfuerzo extra para seguir el ritmo.

Entonces llegamos a nuestro destino: El Edificio de las Asambleas.

Fue construido con ladrillos y más bien parecía una pequeña fortaleza de tres pisos; según las lobas que nos dieron la ubicación, fue construida como una especie de “patio” en el que la voz del Alfa se oyera desde la tarima más alta mientras la manada se concentraba en el centro. Me lo imaginaba como una prisión cerrada con un montón de paredes, pero no, era parecido a un teatro al aire libre.

Me detuve insegura de cómo entraríamos por las puertas cerradas, pero mi pequeño ejército no tenía tales preocupaciones, simplemente aullaron largamente y, como si de una contraseña se tratara, las puertas se abrieron.

Corrí hacia el interior rezando que mi plan funcionara.

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