Chase.
¿Por qué los adultos me llamaban solo para preguntar por otros adultos? Ahora ni siquiera podía llamar a nadie porque el señor Fred había decomisado mi móvil para poder comunicarse con mi padre y Rose.
-¿Qué pasa, Chase? – preguntó Amanda suavemente tomando mi mano.
Yo le regalé una sonrisa.
-Es solo que no me gusta ser cachorro en este momento.
-Oh… - Dijo Amanda con cara de comprensión. – Ya llegará tu momento de patear traseros.
-Espero de todo corazón que no. – Dije honestamente. – Eso implicaría que tenemos algún conflicto con otra manada, con los exiliados o…
-Con alienígenas. – Dijo rodando los ojos. – Lo entiendo.
-Iba a decir que con vampiros u otros cambiaformas. – Dije medio divertido. – Como sea, es difícil permanecer quieto cuando sé que podría ser de ayuda.
Ella me miró con curiosidad.
-¿Cómo?
-Bueno, para empezar yo…
Me quedé en blanco y comencé a sonrojarme.
¿A quién intentaba engañar? Era un cachorro sin nada de información sobre la situación de afuera más allá de que venían a atacarnos.
-¿Sabes qué? Mejor le preguntaré al señor Fred en qué puedo ayudar. – Dije levantándome.
El lugar seguro tenía una distribución sencilla que abarcaba la mayor parte subterránea de nuestro territorio: Baños comunales a la entrada, luego la gran cocina y comedor, seguido de algunos cuartos en donde se atendían a los heridos o enfermos, los cuartos familiares uy al fondo estaba lo que designaron como la guardería. Aquí los lobos menores de diez años tenían que permanecer mientras todos los adultos nos protegían.
-Uh… de acuerdo. ¿Quieres que vaya contigo?
-No, quédate con el resto de los niños.
-Está bien, ten cuidado.
-Lo haré. – Dije inclinándome y dándole un suave beso en su mejilla sin pensar.
Ella me miró y soltó una risita nerviosa. Le guiñé un ojo antes de darme la media vuelta.
Soy un galán.
Esquivé hábilmente a las lobas encargadas de cuidarnos. No es como si realmente lo estuvieran haciendo ya que desde que había muerto su Alfa se encontraban deprimidas. Luego el señor Fred les dijo que la guerra venía hacia aquí y simplemente se tiraron para hacerse bolita.
No daban una imagen tranquilizadora a los más pequeños.
Así que prácticamente los niños más grandes se estaban haciendo cargo de los más pequeños. Los niños de mi manada vinieron a mí en busca de respuestas y yo traté de tranquilizarlos diciéndoles que mi padre solucionaría todo con una confianza que incluso yo me creí.
El resto del tiempo había estado sentado en un rincón con Amanda pensando en qué es lo que yo haría en el peor de los casos. Y, la verdad, no tenía un mejor plan que el de esconder a la manada y rezar por un milagro. Todos los buenos peleadores de ambas manadas ya estaban distribuidos, por lo que yo sabía.
Caminé con confianza por el pasillo para evitar las preguntas incómodas de los adultos, como por ejemplo, ¿Qué estaba yo haciendo fuera de la guardería improvisada?
Así que fui directo hasta el cuarto del señor Fred. Había un par de guardias custodiando la puerta y los saludé antes de tocar la puerta.
-¿Quién m****a es?
-Soy yo.
-Entra, chico.
El señor Fred se encontraba caminando de izquierda a derecha por toda la habitación. No se detuvo cuando cerré la puerta.
-¿Qué pasa, cachorro?
-Me preguntaba si había algo que yo pudiera hacer para ayudar.
-No. Regresa a la guardería.
-Debe de haber algo, cualquier cosa. – Dije casi suplicantemente. Me volvería loco si seguía sintiéndome tan inútil.
Él suspiró y detuvo su caminata.
-Escucha cachorro. Eres un chico listo, así que creo que te has dado cuenta del tamaño del problema que los adultos tenemos entre manos. – Dijo pasándose las manos por la cara. – Sé que quieres ayudar, pero me temo que no puedes hacer gran…
Entonces tocaron la puerta.
-Disculpe, Alfa Frederick. – Dijo uno de los guardias. – Aquí hay un chico que dice que tiene un mensaje que transmitirle de parte de la Alfa… Luna Rose.
No culpaba al lobo por esa pequeña pausa; creo que todos estábamos confundidos con el tema.
-Dile que entre. – Dijo el señor Fred cruzándose de brazos.
No me pidió que me fuera, así que como el cachorro curioso que era, fui hacia la cama y tomé asiento.
-Hola, señor Frederick. – Dijo el lobo al entrar. Lucía nervioso; no tendría más de dieciséis años. Lo miré curioso pero él me ignoró. – Disculpe que lo moleste, es que mi Alfa Rose me ha pedido que le deje escuchar una grabación mientras ella y el resto de los guerreros se encuentran arriba.
-Está bien. Tú nombre.
Simplemente no salió de casa de Beatriz; ni siquiera cuando Edson se fue a vivir con ella. Solamente tenía que poner una dosis pequeña de la droga que había creado en la comida o bebida de Edson y el lobo caía rendido en la cama hasta el día siguiente. Beatriz lo entretenía con osas de adultos para desviar su atención si acaso olía a otra loba en su casa.
Utilizó el dinero que ganaba mi abuelo secuestrando y vendiendo humanos y lobos por igual, para contratar a exiliados y que atacaran al resto de las manadas. ¿La nuestra? Sufrió ataques semana con semana solo porque mi madre estaba molesta con papá por no haber matado a Rose. Ella misma confesó que había mandado a incendiar la casa de la manada solo porque quería obligar a mi padre a hacerla más grande. Ese ataque en específico solo había sido para tomar algunos lobos para el negocio y ampliar su casa. Los ataques anteriores solo habían sido para probar las aguas y la seguridad de la manada.
Mi madre… estaba loca. Simple y llanamente loca. ¿Cómo es que no lo supe hasta ahora?
Si, era fría conmigo, de hecho era fría con todos menos con mi padre pero no la hubiera creído capaz de hacer todo esto…. Hasta que lo escuché.
Escuché cómo mató a sangre fría a algunos lobos, luego torturó al señor Noa, para finalmente pelear contra Rose y Edson. No supe cómo sentirme cuando escuché cómo Edson la arrastraba mientras le recitaba cómo iba a morir.
¿Por qué el señor Fred dijo que debía correr?
Porque mi madre le había pedido a una de las manadas del Norte que trajera un regalo que debía de dejar en la puerta: Una bomba.
No sé qué iba a hacer el señor Fred, no es como si pudiéramos salir de aquí…
Fue entonces que supe qué era lo que tenía que hacer para ayudar. Saldría de aquí y le avisaría a Rose sobre la bomba.
Con esa resolución Sali de la habitación. Ya había un jodido caos en el pasillo, pero lo ignoré. Suponía que el señor Fred de nuevo había sido diplomático al avisar a todos lo que estaba pasando.
Las escaleras hacia arriba para salir se encontraban vacías; todos los lobos guardias que la custodiaban estaban con el señor Fred tratando de calmar a las masas. Así que fue sencillo el abrir y salir.
Lo primero que vi fueron a cientos y cientos de lobos rodeando el lugar. Todos estaban distraídos viendo algo que no alcanzaba a distinguir desde mi posición, así que salí completamente del lugar y volví a cerrarlo. Los guardias de Skyblue y de mi padre me vieron con iguales expresiones de horror, pero los ignoré y busqué a Rose.
La encontré tendida sobre el suelo con un lobo de aspecto peligroso sobre ella.
-¡No, Rose! – Grité sin pensar.
Ella se lo quitó de encima y luego se levantó dándome la espalda.
Desde mi posición no podía escuchar qué era lo que estaban diciendo pero Rose se veía muy enojada. Uno de sus brazos sangraba profusamente.
Ella y el lobo macho siguieron en una intensa pelea por algunos minutos más; de hecho todos estábamos tan metidos en la pelea que creo que nadie notó la llegada de algunos lobos hasta que estuvieron prácticamente en sus espaldas.
Vi a mi padre y a Edson transformarse y abrirse pasó para presenciar en primera fila cómo Rose y el lobo luchaban parejos. Pude ver la tensión en sus rostros, pero sabía que cuando dos Alfas se enrentaban en un duelo, nadie podía meterse.
Traté de captar su atención y lo hice.
Papá me miró con el ceño fruncido y en tensión, pero no había tiempo para queme regañara por estar aquí.
“¡Bomba!” articulé una y otra vez en su dirección.
Supe que me había entendido cuando rugió como un animal.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!