“… Voy a ser el que siempre te amarre el zapato. El que cuide de ti cada paso. El que ponga sabor a tus labios…” Enmanuel.
****
East Hampton- Nyc, Usa.
Al medio día María Paz finalizó de conversar con sus padres por videollamada, y se recostó en su cama, su verdosa mirada se llenó de nostalgia al recordar lo ocurrido con Joaquín, entonces encendió su laptop, y lo buscó en redes sociales.
—No tienes un perfil privado. —Bufó.
Enseguida se puso a observar las fotografías de las fiestas a las que asistía, y como en varias imágenes salía abrazado con algunas mujeres.
—Descarado —expresó frunciendo los labios.
Notó también que no poseía fotos familiares, ni con su hermano, ni su padre, arrugó el ceño y suspiró profundo, entonces al escuchar la voz de Santiago hablando con una de las empleadas cerró su computador, enseguida sonrió al verlo ingresar.
—Hola ¿Cómo sigues? —investigó el joven Vidal.
—Mejor —respondió ella, entonces el móvil de Santy recibió una llamada.
—Hola.
—¿Y esa voz? —cuestionó Santiago.
—Parcero, estoy agonizando. —Se quejó y tosió—, me siento muy mal, tengo resfriado.
María Paz solo escuchaba lo que su hermano decía, no distinguía con quien hablaba Santiago.
—¿Te revisó un médico? —cuestionó Santy a su amigo.
—Fui en la mañana, pero si en tres días no aparezco, llama al forense. —Bromeó.
—¡Qué gracioso Joaquín! —Bufó Santy.
María Paz negó con la cabeza y suspiró.
—¿Necesitas algo?
—Estoy bien —respondió Joaquín.
—Si te sientes mal no dudes en llamarme —aseveró Santiago y colgó.
María Paz talló su frente y se dirigió a su hermano.
—¿Algún problema?
Santy la miró a los ojos.
—Joaquín está resfriado, parece que el paseo les afectó a ambos. —Bufó.
María Paz se estremeció al saber que su Duque estaba enfermo, pensó que no tenía familia, ni nadie que lo cuidara entonces se le ocurrió una idea.
—Debo ir a la casa de Matt —dijo de inmediato, María Paz—, recuerda que falté ayer y hoy en la mañana a clases.
Santiago frunció el ceño y la miró con atención.
—No creo que esté en condiciones de salir aún —respondió.
—Debo hacer tareas —enfatizó ella poniéndose de pie—, además vivimos cerca.
El hermano de la jovencita resopló.
—Está bien, pero no demores.
—Lo necesario —respondió y apenas Santiago se marchó, ella enseguida se cambió de ropa y tomó su mochila con sus cuadernos y su computador. Salió de la mansión y caminó varias calles, entonces llegó a la residencia de su mejor amigo. El jovencito ya la estaba esperando porque ella le había enviado un mensaje.
—¿Cuál es la emergencia? —inquirió el joven.
—El Duquecito está enfermo —respondió afligida—, tienes que ayudarme, debo ir a verlo.
Matt observó a la chica con atención, notó la preocupación en su semblante.
—Parece que te importa mucho.
****
María Paz sintió su respiración acelerada, se aferró al brazo de su mejor amigo, entonces él abrió la puerta, y sus miradas se cruzaron, ella observó los enrojecidos y lagrimosos ojos del joven, y él aquel par de aceitunas que le fascinaban. Luego de permanecer en silencio por unos segundos ella habló.
—Hola, ¿podemos pasar? —inquirió.
Joaquín sorbió su nariz con un pañuelo y fue ahí que notó la presencia de aquel chico que acompañaba a María Paz.
—¿Qué hacen aquí? —investigó con la voz enronquecida.
—Disculpa mi mala educación, él es Matt, mi novio —aseveró María Paz.
Matt presionó sus labios y barrió con la mirada a Joaquín, elevó una ceja admirando lo atractivo que era.
El joven Duque sintió un pinchazo en su corazón al escuchar aquella frase, observó a la chica con seriedad.
—Mucho gusto —le dijo al muchacho en tono seco.
—Un placer —respondió Matt.
—¿Qué desean? —investigó—, no estoy en condiciones de recibir visitas.
—Supe que estabas enfermo —comentó María Paz— vine a saber si necesitabas algo.
—Estoy bien, gracias —enfatizó con seriedad.
La chica observó a Matt.
—¿Me esperas en el auto? —cuestionó.
El jovencito escudriñó a Joaquín y luego a su amiga, entonces tomó con familiaridad la mano de María Paz, y el joven Duque miró con pesar aquella interacción.
—Estaré pendiente —susurró—, cualquier cosa me llamas al móvil.
—Tranquilo, el Duque es inofensivo. —Sonrió ella.
—No temo por ti sino por él. —Bromeó Matt hablándole al oído—. Está divino.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1)