Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1) romance Capítulo 9

Al día siguiente.

Joaquín caminaba de un lado a otro por los pasillos del edificio de la universidad. Miraba impaciente su Rolex, esperando ver aparecer a su amigo Santiago.  Varias chicas lo saludaban y coqueteaban con él, el joven ni corto ni perezoso correspondía de la misma forma.

Faltaba un minuto para ingresar al salón cuando Santy llegó corriendo agitado.

—Parcero, pensé que no vendrías —recriminó a su amigo.

Santiago tomó una gran bocanada de aire.

—Mi hermana amaneció enferma. —Miró a Joaquín elevando una ceja.

—Ella es más necia que una cabra —comentó—, yo se lo advertí, pero no me hizo caso. ¡Qué vaina! —Negó con su cabeza preocupado por la jovencita. —¿Puedo ayudar en algo?

—Tranquilo ya Isa la llevó al médico —comentó entonces ingresaron al salón, pero el joven Duque no podía quedarse sereno, sabiendo que ella estaba enferma. Las horas de clases parecieron interminables y la agonía eterna, cuando por fin la jornada finalizó, él se acercó a su amigo. —¿Qué vas a hacer hoy? —investigó.

Santiago frunció los labios.

—Eliana está aquí, teníamos planes para salir al cine, y luego a una disco, pero con mi hermana enferma, me es imposible.

—¿Tan grave es lo de María Paz? —investigó, y soltó un estornudo.

El joven Vidal se alejó unos centímetros.

—Parece que tú también vas a enfermar. —Ladeó los labios—. Lo de Paz es un resfriado.

—Nada que un buen aguardiente antioqueño no cure. —Bromeó él, luego se quedó en silencio—. Mira pues, me siento culpable por no haber cuidado bien a tu hermana, estoy en deuda con vos. —Rascó su nuca—. Si querés yo puedo ir a acompañarla unas horas, claro siempre que no haya algún inconveniente.

Santiago observó a su amigo con atención, frunció el ceño.

—¿Te interesa mi hermana? —investigó irguiendo su barbilla.

Joaquín palideció ante el cuestionamiento de Santiago, se llevó las manos al cabello y negó con la cabeza.

—Es una adolescente —comentó—, yo tengo límites, lo sabés bien —respondió—. María Paz no es mujer para alguien como yo —expresó balbuceando.

—Qué bueno que tengas claro eso —dijo Santy palmoteando la espalda de su amigo—, mi hermana es sagrada.

—Lo sé —respondió él.

—Está bien, puedes ir a visitarla mientras llevo al cine a Eliana —comentó, entonces la mirada del joven Vidal se enfocó en una sencilla muchacha que salió del salón junto al profesor de microeconomía, suspiró profundo al contemplarla.

Joaquín giró su rostro y la observó, y luego miró a su amigo.

—¿Te gusta? —investigó, mientras caminaban en dirección al estacionamiento.

—Me fascina las exposiciones que presenta, además es muy linda —comentó—, no es como las chicas que acostumbramos a tratar —recalcó pensativo—, pero siempre se escabulle, no he podido acercarme a ella en todo este tiempo.

—¿Sabes como se llama? —cuestionó Joaquín.

—Alba —respondió Santy.

—Ya encontraremos la forma de que te hagas amigo de ella —mencionó—, en una hora estoy en tu casa.

El joven colombiano subió a su auto y suspiró profundo, mientras conducía por las amplias avenidas en busca de un obsequio para la joven se cuestionó: «¡Estás loco! ¿Por qué te interesa la salud de esa chiquilla?» y cada vez que pensaba eso, recordaba sus palabras, su sonrisa, sus locuras. Sonrió al rememorar que luego que regresaron a casa la jovencita lo obligó a bailar con ella en plena lluvia.

—Las consecuencias de tus locuras María Paz —habló solo, y también volvió a estornudar.

****

Santiago al llegar a casa lo primero que hizo fue ir hasta la habitación de su hermana, se acercó a ella y tocó con delicadeza su frente, ya no tenía fiebre, pero estaba dormida, la dejó descansar y por ese motivo no le avisó que Joaquín iría a acompañarla.

Minutos después se arregló para salir con Eliana, y justo cuando abandonaba la mansión su amigo le avisó que se había retrasado.

La demora del joven se atribuía a que se detuvo en una tienda a comprarle un obsequio a María Paz, era la primera vez que tenía un detalle con una mujer, pues no necesitaba de eso, bastaba su sonrisa y su mirada para conquistarlas.

Minutos después aparcó su Lamborghini en la entrada principal de la mansión Vidal, los guardias no pusieron objeción porque Santiago ya les había comunicado de la visita de su amigo.

—Hola —saludó con la joven que abrió la sonrisa, sonriendo de lado.

La muchacha al ver a Joaquín quedó anonadada.

—Buenas tardes —respondió la chica observándolo—, el joven Santiago no se encuentra.

—Lo sé, me pidió acompañar a su hermana. —¿Vos me podés indicar la habitación de ella? —Volvió a sonreír de lado, la muchacha parecía hipnotizada, obedecía sin replicar lo que Joaquín le pedía.

La chica lo llevó hasta la habitación de María Paz, el joven giró con cuidado la cerradura.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —averiguó la chiquilla observándolo a los ojos.

—Como haya entrado no tiene importancia, y contestando a tu pregunta de qué hago aquí, vine a darte algo.

Él perfiló aquella sonrisa seductora, el corazón de ella latía con emoción. Joaquín se acercó despacio, y la respiración de la jovencita se pausó por segundos, entonces él unió sus labios a los de ella, y la besó. María Paz abrió con timidez su boca, aquel contacto fue dulce, tierno, sintió derretirse ante aquella caricia, su piel se erizó, y sintió mucho calor, entonces escuchó un ruido y abrió sus párpados.

Se sentó, y se talló los ojos, abriéndolos con amplitud para convencerse de que era Joaquín el que estaba en su habitación, entonces comprendió que todo había sido un sueño.

Él la contempló, a pesar de estar enferma se veía hermosa, con su cabello recogido en una larga trenza, su rostro al natural y su mirada inocente que provocaban en Joaquín sentimientos que jamás en su vida había sentido por nadie.

—¿Les pusiste una pócima para hacer que yo me enamore de ti? —Bromeó divertida.

Joaquín la observó con seriedad, presionó sus ojos con molestia, era la primera vez que tenía un detalle con una chica, y ella reaccionaba así, por lo que le arrebató la caja de las manos.

—Yo no necesito de pócimas para hacer que las mujeres se enamoren de mí y esto me pasa por pendejo y querer ser amigo de una muchachita inmadura como vos.

María Paz inclinó su cabeza con vergüenza, sintió ganas de llorar por las palabras de él. Joaquín cogió la caja de chocolates y las puso en la basura.

—¿Por qué hiciste eso? —inquirió María Paz con lágrimas en los ojos.

—Tienen un hechizo.

—Yo no quise ofenderte —dijo ella en un susurro de voz, se mordía el labio inferior tratando de contener las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos.

Joaquín se estremeció al verla, entonces se sintió mal por haber reaccionado de esa manera.

—Yo solo quería tener un detalle contigo, pero veo que piensas lo peor de mí, y yo de gran pendejo me arriesgué a venir a visitarte, porque estaba preocupado por vos.

El corazón de María Paz se agitó con fuerza descomunal, se aclaró la garganta para hablar.

—Yo… solo bromeaba, jamás he pensado lo peor de ti, te lo he demostrado —expresó sorbiendo su nariz con un pañuelo—, estoy convencida de que no necesitas de pócimas o hechizos para que alguien se enamore de ti, es muy fácil llegar a quererte —expresó con sinceridad mirándolo a los ojos.

Joaquín pasó la saliva con dificultad, su respiración se volvió irregular, su corazón se estremeció:

—No, nadie puede amarme —expresó recordando las palabras de Luz Aída—, por tu bien no lo hagas —solicitó, y salió de la habitación de ella contrariado.

María Paz no comprendió su actitud, pero se entristeció, pensó que todo lo logrado la noche anterior había sido una quimera, entonces abrazó sus almohadas y se puso a llorar.

—¿Por qué no te dejas querer? —cuestionó sollozando.

Joaquín subió a su auto, miró por última vez la habitación de María Paz.

—Eres pendejo, sabes lo que puede ocurrir —expresó aferrándose al volante de su auto—.  María Paz desde ahora en adelante solo recibirás indiferencia de mi parte —dijo apretando los puños, respiró profundo y se marchó, pero en el camino seguía monologando. —¿Qué me pasa con ella? ¿Por qué no me la puedo sacar de la mente? —Encendió el reproductor de su auto: «La Carretera by Julio Iglesias» empezó a sonar

«Llueve y está mojada la carretera ¡Qué largo es el camino! ¡Qué larga espera! Kilómetros pasando, pensando en ella ¡Qué noche! ¡Qué silencio! Si ella supiera…»

El corazón de Joaquín empezó a latir con fuerza recordando las palabras llenas de ternura con las que siempre se dirigía a él, la dulzura con la que lo trataba y como si fuera un espejismo en el camino la imagen de ella se le apareció en la mente. 

Joaquín no comprendía, porque aquella niña le interesaba tanto, él que era incapaz de tener cierto sentimiento por alguna mujer, bastaba la sonrisa de ella, para que él se olvidara del mundo entero. Tuvo que orillarse con su vehículo, y terminar de escuchar aquel tema, la melodía a más que le recordaba a María Paz, también era muy significativa para él, rememoró cuando su padre le dedicaba aquel tema a su madre.

—¡Qué va hombre! —exclamó—. No puedo estar enamorado de esa chiquilla...—Sacudió su cabeza, tratando borrarla de su mente, pero, le era imposible, ella ya estaba grabada en su alma.

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