Ven... a Mí romance Capítulo 26

Melissa.

La casa estaba vuelta loca, mi hermano cantaba en el baño terminando de alistarse, mientras papá estaba sentado en el sofá de la sala instalado hace una hora ya esperando a que todos decidiéramos salir.

En sí, yo estaba lista desde hace unos minutos, pero estaba de pie en el espejo observando en detalle todo, para comprobar si algo hacía falta. Cada vez que movía la mano, esta me temblaba. Estaba aterrada como ningún otro día, tenía más de tres semanas sin ver la cara de Luc, y no sabía muy bien que decir.

Quizás estaba hundiéndome en un vaso de agua, quizás él ni siquiera prestaría atención a mi presencia, si algo tenía muy alto Luc, era su orgullo, y sabía que, si no lo hacía desapercibido, lo haría adrede.

«No estaré mucho tiempo», me repetía cada rato en mi mente para que eso no me acobardara, así que después de oír el grito de Andrés desde abajo en la sala, tomé la caja de regalo y caminé lentamente soltando el aire varias veces.

Cuando llegué a la sala, papá estaba un poco enojado por la tardanza, él pretendía llegar con una hora de anticipación a la celebración, situación que nos hizo reír a mí y a mi hermano a escondidas.

Todos nos adentramos en el auto de papá, y mientras cotilleaban durante el camino mi corazón quería salir de mi pecho. No podía concentrarme, no podía respirar con normalidad, las piernas me temblaban y un dolor agudo se instalaba en mi estómago de anticipación.

Una sensación perturbadora me tomó por completo porque no solo volvería a ver a Luc, esta noche después de mucho tiempo también vería a mi hermana, a Sara, así que no solo era emoción y nervios lo que se arremolinaba dentro de mí. Sin embargo, de algo estaba segura, jamás volvería a permitir que Sara pensara, que yo seguía siendo la niña al que todos debían proteger…

Yo ya no era la misma.

***

“Hay amores que duran para siempre, aunque terminen”

—Parece que ha quedado pequeña esta parte del estacionamiento —dice papá mientras se enfurruña, esperando que el hombre ordene un poco más los autos estacionados.

El guardia ya le había dado indicaciones a mi padre por cinco minutos consecutivos, pero él parece no querer acatar las normas, porque piensa que estas no son nada acertadas. Andrés se bajó hace un momento del auto exasperado, haciendo caso omiso a las rabietas de Albert.

Por mi parte creo que aún estoy segura y resguardada en el asiento trasero, no he querido bajarme, dándome tiempo para acompasar el pánico que se ha instalado en mi cuerpo.

Estoy segura de que necesitaré la compañía de mis padres para entrar a esa casa.

—¡Hubiese sido mejor que pusieran los autos de forma vertical, hombre! —vuelve a vociferar mi padre mientras el guardia se lleva las manos al rostro varias veces.

Pobre hombre.

—¡Albert, por favor!, colócalo donde te indiquen, ¡y bajemos de este auto ya! —replica mamá, mientras papá alza las manos en señal de rendición.

—Creo que es momento de que hagas caso papá —intervengo riéndome un poco.

—Como quieran —dice cabizbajo, y por fin, va hacia el lugar que le indicaron—. Yo si le dije a Luc que estas residencias, así cerradas, eran un problema.

Rio mentalmente para no aumentar su irritación, esta residencia es una de las más costosas de Cambridge, y papá tiene la osadía de pensar algo así.

Al pasar unos minutos más, por fin caminamos en dirección de la puerta que habían dejado abierta en la casa de Luc, así que tomé el brazo de Adele y lo apreté sin intención, ella me había mirado extrañada. El corazón me latía tan fuerte que pensaba que se me saldría del pecho.

Pero no podía entrar en esta condición, no quería que nadie, exclusivamente Luc, me encontrara con los nervios a punto de colapsar.

Tomé el aire necesario, me puse derecha lo más que pude forzando una calma en mi rostro que por supuesto no sentía.

Entonces entramos, en definitiva.

Había gente por toda la casa, Aroa sin duda hizo un gran trabajo con la decoración, quitó todo el juego de muebles de la sala y adapto un gran espacio para la reunión; la casa se veía enorme así. Desde aquí podría ver como las puertas corredizas de la parte hacia el jardín estaban abiertas, y en continuidad también había sillas para las personas que quisieran ocupar la parte de afuera.

Aunque la música era un poco más alta de lo acostumbrado, escuchamos un chillido de grito proveniente de Aroa que me hizo voltear enseguida.

—¡Hermana! —llega ella de repente abrazándome y dándome la vuelta para detallar mi vestido —¡Estás preciosa!

—¿Y tú? ¿Acaso vas a conquistar a alguien hoy? ¿O ya está tu novio aquí? —Aroa arruga los labios y niega varias veces

—Eso es pasado bebé… —luego se gira hacia mis padres—. ¿Y cómo están estos viejitos bellos, hermosos y preciosos de la mamá?

Albert y Adele se ríen y la abrazan con gran cariño.

Me dejo llevar por el momento, pero el error había sido girar nuevamente al salón.

Mi hermano reía mientras colocaba la mano en el hombro de Bruno, y ellos juntos observaban en dirección de Luc. Parecía que un aviso le hubiese sacudido para mirarme a la vez que yo lo había encontrado en el salón, sus ojos se conectaron conmigo e instantáneamente la sonrisa que tenía en los labios, desapareció.

Una punzada me había agitado el pecho, quité la mirada nuevamente, mientras comprimía mi mandíbula, la sensación era muy desagradable, su mirada solo me transmitió el descontento que tenía al verme o al menos eso es lo que sentí.

—Iremos al jardín —contestó mi padre a Aroa, quien sabe por qué, ya que yo no había escuchado nada más desde que giré.

Mamá me alzó el brazo para indicarme que se iría con papá a la parte trasera y el pánico volvió a impactar mi cuerpo.

Así que solo asentí en su dirección mientras ella me dio una sonrisa, deslizó su mirada a Sara y esta se le borró inmediatamente. Así mismo se fue.

—¿No me digas que no sabías que se iba a Italia? —preguntó Sara cruzándose de brazos.

—Pues ya vez que no hermana, yo tengo una vida que vivir, así que no estoy pendiente de los asuntos de otras personas.

—Si eso verdad —dice ella sonriendo—. Tanto así que te quedaste sin amigos.

Mi hermana parece que está en el punto éxtasis de su vida, tanto que se atreve de alardear, ni siquiera gasto energía en sus palabras, sonrió con ella al mismo tiempo para no demostrarle que sus palabras me hieren cada vez.

—Si tienes razón hermana querida. ¿Dime una cosa? ¿Cómo van las cosas con Luc? —no sé por qué lancé dicha pregunta, era una estupidez medirme con ella.

Sara se coloca seria, pero esboza una sonrisa fría y cuando va a responder a mi pregunta observo que en este preciso momento Luc se ha quedado solo con una bebida en las manos.

Entonces camino en dirección de él, dejando a mi hermana con las palabras en la boca. Entregaré mi regalo, saludaré a los conocidos y daré por terminada esta velada.

No sé si alguna palabra salga de mi boca, tampoco es necesario decir nada ¿no? Lo único que puedo asegurar, es que lo que me deja caminar sin que mis piernas decaigan, es esa mirada que se posó en mí desde que vio que yo iba hacia él. Sus hombros se tensionaron de inmediato mientras se había colocado recto, sus cejas se fruncieron y los labios hicieron una línea delgada. Su garganta, aunque no estaba bebiendo ningún trago se movía, como si estuviera forzándose en pasar la saliva.

Me quedé de pie frente a él en silencio cuando llegué a su lugar, entonces bajé la mirada a la cajita de regalo plateada y se la ofrecí.

—Feliz Cumpleaños… —la voz, aunque traté, me salió temblorosa. Entonces alcé nuevamente la mirada hacia él.

—No tenías por qué molestarte —respondió, sabía que Luc sería un poco arrogante, y sabía que de cierta forma usaría gestos adrede para calmar la rabia que lo consumía por dentro.

Traté de esforzarme mucho para que mis ojos no se aguaran delante de él, aunque me dolía muchísimo su actitud.

—No fue para mi molestia —le dije en tono irónico—. Simplemente compré un regalo.

Como no vi que alargara su mano para recibirlo, por iniciativa propia le tomé la mano y le coloqué el obsequio sobre su palma. Antes de retirarme se me cruzaron mil ideas locas, así que me puse de puntitas me acerqué a su rostro y le planté un beso en la boca rápido y me despegué de inmediato. Giré sobre mis talones y me fui directo en donde estaba Bruno, Aroa y Andrés bebiendo y charlando plácidamente.

La descarga de adrenalina bajaba y subía por mi cuerpo entero, aunque nadie me creería, en estos momentos había querido lanzarme encima de Luc y besarlo delante de todos y no solo con el casto beso que le había dado. Las risas mentales comenzaron a alivianar mi tensión. ¿Se imaginan?

Los ojos impactos de Luc se habían quedado en mi mente. Bruno me abrazó cuando llegué al círculo y acepté una bebida que me ofreció. Aroa y Andrés estaban un poco raros, se pasaban las manos por el rostro se abrazaban y de vez en cuando, Andrés la abrazaba por detrás y le daba besos en la mejilla.

¿Así que yo no era la única que ardía aquí?

La mirada de Bruno y la mía había coincidido, ya estábamos haciendo una película de suposiciones con las indirectas mientras compartíamos las bebidas, parecía que el momento me había arropado y los nervios quedaron a un lado, ¿o serian efectos de las bebidas?

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