Melissa.
—Hello baby —dije con una sonrisa.
—Hola —respondió como si su voz estuviese apagada.
—¿Qué ocurre? —pregunté con el ceño pronunciado.
—No es nada… ¿Qué harás ahora?
Estaba extremamente cansada, lo que más deseaba era ir a casa y acostarme para comenzar a destilar babas en la almohada, de hecho, solo pensarlo me estremecía el cuerpo de la deliciosura. Pero sabía que Mad no estaba bien.
—Pues podemos ir a tomar algo —le respondí—. Así me cuentas qué pasa contigo.
—Pues está bien el plan —dijo aún con su voz baja.
—Bien, te espero en Harriest
—Bien, ¿puedes esperarme unos veinte minutos más?
—¿Veinte minutos? ¿No estás saliendo ahora mismo del trabajo? —pregunto un poco irritada.
—No, ahora mismo sigo en mi oficina, esta mujer me tiene loca de trabajo, pero en 15 minutos termino y estoy muy cerca Harriest desde aquí.
—Está bien. Te veo allá.
Cuelgo la llamada mientras un suspiro sale de mí. Entonces le digo adiós a Ronald con la mano y comienzo a caminar hacia la avenida, no llevo más de una cuadra de camino, cuando mis pies comienzan a frenarse en seco al ver esa mirada enrojecida y demacrada delante de mí.
El corazón comienza a latirme muy fuerte, y mis labios se despegan del otro para tratar de mojarlos. La boca se me ha secado y siento que la garganta se me comprime un poco. Ha pasado mucho tiempo, mucho tiempo desde que vi ese rostro. Parece que la imagen que veo de Erick solo me delata que no la ha pasado nada bien.
Su rostro está lánguido y delgado como si no hubiese dormido en muchas noches y su alimentación no estuviera siendo la adecuada.
Giro hacia los costados, hay poca gente alrededor, cada una de ellas en sus asuntos. Sin embargo, tengo miedo, porque ahora mismo no reconozco al hombre que está delante de mí.
Yo ya lo desconozco por completo.
Por un momento pensé en dar la vuelta y salir corriendo. Pero definitivamente esa ya no era una opción, Erick se acercó lo suficiente como para tener tiempo de detenerme. Todo esto debía tener un tiempo final, y no podía huir más a este enfrentamiento.
Pasé un trago difícil, y coloqué una cara de enfado hacia él.
—Erick —dije muy bajo, mientras los nervios incrementaban.
—Melissa… —respondió y colocó sus dedos en mi mejilla.
Un escalofrió me recorrió la espalda ante su toque. No podía negarlo, tenía miedo, ya no confiaba en él, y no sabía ni siquiera quien era ahora.
Me alejé lo suficiente para que su tacto se despegara de mí y él deslizó su mirada a mis ojos.
—He tratado de hablar contigo —dice con cierto reproche.
—No hay nada que hablar entre tú y yo, Erick, tú finalizaste nuestros asuntos desde el momento en que decidiste golpearme.
Su rostro se endurece, aprieta la mandíbula mientras niega.
—¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué tenías que mentir en algo como eso? —él no grita, pero su pronunciación y la fuerza que ejerce para hablarme es peor que un grito.
Me sentí muy mal cuando me hizo esas preguntas, sin embargo, le quité la mirada y observé a mí alrededor. En unos veinte minutos debía estar con Maddie, así que trataría de resolver esto de la mejor forma posible.
Me orillé en la calle mientras él me siguió.
—Yo… nunca quise hacer algo como lo que viste, yo no sabía lo que estaba pasando respecto a Luc y a mí. Quería contarte gran parte de mis sentimientos, de hecho, ese mismo día hablaría contigo. Yo no lo planeé.
Su rostro se arruga como si le dieran rabia mis palabras, entonces desvía su mirada hacia otra parte de la calle mientras habla:
—No fue esa la información que me dieron —dijo por fin.
—¿Por qué no hablaste primero conmigo? —pregunté
—¡Porque se supone que no era yo el que estaba jodiendose en el otro! —gritó encarándome y las personas que pasaban cerca de nosotros se giraron a observarnos.
Respiré lentamente tratando de obtener calma. La situación era muy espinosa.
—Quien te informó, tuvo peores intenciones que buenas.
—Eso no importa ya.
—Tienes razón —dije—. Ya me golpeaste, frente a mi casa. Sin esperar una explicación. Así que no sé qué haces aquí Erick —le dije duramente mientras él pasaba las manos por su cara irritada.
—Tengo una demanda impresionante en mi empresa de artículos para autos de lujo, tú lo sabes, sabes muy bien por qué estoy aquí. ¿Te está gustando mi humillación?
—Te pido que por favor dejes a un lado lo que sea estás haciendo con Erick…
—¿Qué? —preguntó interrumpiendo exasperado—. ¿Estás llamándome para eso?
—Sí, lo estoy haciendo. Si lo sigues haciendo mi misma vida será un infierno también.
—¿Qué es lo que hizo ahora? —preguntó preocupado.
—No importa lo que hizo, solo quiero que te detengas. No quiero más problemas, no quiero saber de su vida más adelante, así que te agradezco…
—¡Ya basta!, todo lo que pasa se lo merece, aunque tú no puedas ver, en realidad tú no entiendes nada, no sabes ni lo que quieres tu misma —dice de forma déspota y la rabia comienza a tomar dominio de mi cuerpo.
—Aquí el que no entiende eres tú, y no llamo para caer en controversia, es mi vida así que no te metas en ella…
Hubo un silencio largo, mientras reprimí los ojos fuertemente, no había querido decir eso, estaba alejando cada vez más a Luc y eso me dolía.
—No te preocupes —respondió por fin, y antes de que dañará más las cosas, añadí:
—Dile a mi hermana que no vaya más lejos de lo que puede, ella no puede estar amenazando a una familia que no tiene que ver con lo que me pasó a mí.
— ¿De qué estás hablando?
—Solo dile eso, ahora debo irme.
Sin esperar un segundo más, colgué.
Recosté mi cabeza mientras trataba de acompasar mi respiración, Luc no tenía idea de cómo sufría al hablarle de esa forma, él no tenía idea de lo mucho que quería que esto no fuera cierto y que quisiera las cosas diferentes.
Me recosté encima de la mesa como una desdichada, sabiendo que había más de un par de ojos mirando mi falta de educación, sin embargo, me valía ahora mismo lo que otros pudieran decir, estaba agotada y muy dolida.
Después de un rato mi amiga Mad llegó al lugar, su rostro estaba demacrado y parecía que su ánimo no era mejor que el mío.
Mad tenía un novio, uno que todos los días te hace preguntar ¿Qué hago con él?, su relación tenía más de dos años, sin embargo, era tan inestable que sencillamente esos años no significaban nada para él. Terminaban, volvían y en esas andaban todo el tiempo. Podía contar con los dedos las pocas veces que Mad era feliz por su causa. Y Esta por lo visto era una de los miles de veces que la mandaba a fregar y ella se sentía morir.
Tuve esta conversación miles de veces con ella, le aconsejaba sobre qué hacer, pero ella parecía olvidar eso a los pocos días. ¿Además?, ¿qué podría aconsejar yo de relaciones sentimentales, cuando la mía era un completo desastre?
Tomamos varios cafés y panecillos mientras lloró hasta que se cansó, no hablamos de mí en ningún momento, ni tampoco lo quería hacer, entonces luego de agotarse nuestras fuerzas ella me dejó en casa y se fue a la suya.
Llegué a mi habitación casi suplicando por tocar mi cama, tiré todas mis cosas a donde cayeran y sin pensar, di dos pasos y caí como muerta en mi cama sin saber de la existencia de este mundo.
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