Melissa.
La vibración de mi celular y el nombre de Mad, aparece en la pantalla sacándome de mis pensamientos miserables.
—Amiga —respondí con una sonrisa.
—Mell, ¿crees que pueda quedarme hoy en tu casa? —mi ceño se arrugó y luego un largo silencio prosigue.
—Claro —respondí con miles de dudas en la cabeza—. ¿Está todo bien?
—N-no… —la voz quebrada, y temblorosa de Mad puso mi piel de gallina—. No quiero hablar ahora Mell, nos vemos en tu casa…
—Si por supuesto…. ¿Mad?
Cuando ella no me respondió, me quité el auricular de la oreja para revisar la pantalla y la llamada se canceló. Sentí un poco de aprensión en el pecho, revisé el reloj y decidí que seguiría trabajando rápido para pedirle a Luciano que me dejara ir un poco más temprano.
He estado muy preocupada por Mad, está muy taciturna y como si el aliento le faltara a su cuerpo, creo que, si pasa un día más así, le consideraré ir al médico.
Es impresionante como las situaciones de la vida cotidiana nos arropan, hasta el punto de tocar nuestra salud, y esa situación le estaba pasando a mi amiga. No sabía a ciencia cierta qué tan profunda era su tristeza, pero cada vez que me encontré durante esta semana con ella, la veía más demacrada. Y eso realmente me preocupaba.
Yo deseaba tanto, que terminara con esa relación
Cuando llegué a casa, Maddie estaba sentada en la cocina con una tasa en sus manos mientras mi madre le sobaba la cabeza.
Sentí mucho miedo. Su apariencia no era nada buena y mamá solo tenía los ojos puestos en mí, preguntándome mil cosas a la vez.
—Hola, Mad… —dije para que ella levantara su cabeza y me mostrara su maquillaje corrido y sus ojos rojos a punto de estallar.
—Mell —su boca hizo un puchero—. Yo… siento llegar así… yo…
Llegué rápidamente hacia ella, tomándola para que se levantara. Mi madre me hablaba con los ojos, pero le respondí en una mueca que no era el momento.
Rápidamente caminé junto a mi amiga hasta que llegamos a mi habitación.
Ella estaba llorando mucho, si le preguntaba en este momento que ocurrió no podría responderme de ninguna forma. Así que me acerqué hasta su lugar en mi cama, y la abracé tan fuerte como pude. Mad lloró como nunca la había visto.
Las lágrimas se me escurrieron al ver su estado.
Después de unos minutos ella se despegó de mí y luego se limpió el rostro torpemente. Pasé un trago mientras el corazón me palpitaba a mil.
—Alan… me echó de nuestro apartamento… —mis ojos se abrieron de golpe y la rabia se incrustó en mi piel de forma descontrolada. Odiaba a ese hombre desde siempre.
Me contuve, respiré profundamente.
—¿Qué fue lo que pasó, Mad?
—Nunca planee esto Mell, tú debes creerme… Yo nunca lo planee —dijo con la voz rota.
—Escucha, soy Melissa, tu amiga —le tomé el rostro—. Nunca desconfiaría de ti, y si has hecho algo que creas no es conveniente, ¿Quién soy yo para juzgarte?
—Estoy embarazada… —respondió mi amiga mientras el corazón se me comprimió en algo diminuto.
Mad nunca quiso hijos, y el maldito de su novio siempre le dijo que él tampoco los quería, cuando cumplieron un año juntos Mad se fue a vivir con él. Y era su departamento, eso estaba claro, pero mi amiga invirtió mucho dinero haciendo arreglos, y colocando ese lugar de lujo para que ahora él, la echara del hogar en el que Mad puso todo su dinero ganado.
Y ahora, un embarazo… No podía imaginar la magnitud de todo esto.
—¿Dejaste de cuidarte? —pregunté muy cautelosa, podía ser que ella lo estuviera haciendo para retenerlo, ya que en los últimos meses su relación se volvió inestable al punto de no soportarse.
—Nunca lo dejé de hacer, por favor créeme. Aplicaba mi inyección mensual, todo iba igual… no sé qué pasó, Mell, yo no tuve nada que ver en esto —su voz salió alterada e inestable. Así que tomé su mano y asentí.
—Te creo, por supuesto… ¿Por eso, ese m…? ¿Alan te echó?
Ella asintió a la vez que varias lágrimas se escurrían.
—Dijo que lo hice apropósito, que nuestros puntos estaban claros desde el principio. Y yo tampoco lo quería Mell, no sé qué pasó, no entiendo una mierda de todo este asunto, yo…
—Mad —le tomé la mano para tranquilizarla, su estado era muy crítico, y temía por ella—. Debes tranquilizarte, por favor, las cosas…
—¡Mell!, ¿acaso no entiendes todo lo que está pasando? —expone levantándose de la cama—. ¡Perdí a Alan! No tengo a dónde ir, todo mi dinero y cada ahorro están en ese apartamento, incluso mi auto está a su nombre, ¡No tengo nada ahora! Y tengo un bebé en mi vientre que no deseo…
Mis ojos se abrieron de golpe y como si las palabras de Mad rompieran mi corazón, sentí que me desvanecía. Ella estaba ciega por ese hombre, y estaba viendo las cosas a través de su dolor.
—Mad… por favor… —le dije levantándome para alcanzar su mano, pero ella lo rechazó de inmediato.
—No tendré este bebé, Melissa, ¡no lo tendré! Creo que después de eso, Alan pensará diferente… si eso haré —dijo dando vueltas en la habitación como hablándose a sí misma y yo no pude soportar comenzar a llorar. Esto estaba matándome.
Luego que se giró hacia mí abrió sus ojos.
Tomé mi bolsa de mano, le di un beso a Mad en la cabeza, pero ella no se inmutó, estaba otra vez dormida en mi cama, y lo preferí así.
Comprobé la hora, llamé un taxi, y en menos de diez minutos estaba en el auto yendo en camino hacia mi primera convención de empresarios.
Estaba nerviosa, en cierto modo, pero tener la compañía y la experiencia de Jeremy, me generó mucha seguridad.
El auto se estacionó y un hombre que parecía recibía a los invitados abrió la puerta. Esto parecía más elegante de lo que suponía, y suspiré por la decisión que tomé para con el vestido. Me bajé con la ayuda del hombre mientras que él me dio la bienvenida. Asentí agradecida, y tomé mi celular para avisar a Jeri, que ya estaba aquí. Solo faltaban cinco minutos para las siete.
—Hola —respondió.
—Hola, Señor Williams, ya estoy aquí, en la entrada, hay mucha gente y…
—Te estoy viendo ahora mismo, date la vuelta.
Quité el teléfono de mi oreja y giré hacia la entrada. Jeremy estaba allí de pie, con un traje de etiqueta. Se veía muy guapo, así que sonreí mientras caminé hacia él.
—¡Que guapa! —dijo cuando estuve frente a él, pero no me dejé amedrentar por esa actitud de seductor. Eso es lo que vi.
—Y usted también, seré la envidia del evento —su rostro enrojeció y me felicité mentalmente.
—Bueno, aunque no crea su elogio, me lo creeré por esta noche —asomó su brazo y lo tomé enseguida.
Entramos al gran salón, que lo único que gritaba era dinero y perjuicios por todo lo alto.
Mujeres hermosas, hombres de todas las formas… pero con dinero hasta para botar, y un cartel enorme que decía “Unión y crecimiento”.
—Bien, Melissa vamos a escuchar un discurso, en unos diez minutos, estaremos adelante como invitados especiales, seremos presentados y luego de ello, solo anota lo más resaltante del discurso —Jeremy me daba las indicaciones, mientras miraba hacia los lados saludando de lejos con la mano, haciendo como si simplemente me estuviese comentando una novedad—. Luego del discurso, entraremos a un receso e iremos saludando a cada uno de estos hombres, usted estará a mi lado y copiará todo lo que pueda, si hay una pregunta que le parezca relevante, no se retracte de hacerla.
Todo estaba copiado a la perfección, retuve la información en mi cabeza, y fui gravando punto por punto para llevar a cabo cada una de sus palabras.
Sin embargo, la voz de Jeremy se fue disipando en cuanto alcé la vista y vi dos figuras a una distancia prudencial de mi lugar y mi jefe.
Ellos estaban saludando, alegres y tomados del brazo como cualquier pareja. De hecho, desde mi lugar parecían una pareja feliz, y muy íntima…
Entonces el ánimo se cayó a mis pies, el estómago se me apretó y mi corazón comenzó a latir de una forma desmesurada…
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