Ven... a Mí romance Capítulo 35

Melissa.

“La recompensa por la conformidad es que le gustes a todo el mundo, excepto a ti mismo.” — Rita Mae Brown.

Tomé un suspiro fuerte, y me giré de golpe para enfrentarlo

—Estoy trabajando —dije como por decir cualquier cosa.

—¡Me importa una mierda!

Mi rostro se transformó e iba a gritarle de todo en la cara, cuando tomo mis brazos me giró y me frenó en seco hacia la pared arrinconándome con su cuerpo.

—¿A qué estás jugando? —preguntó muy molesto, estrellando su aliento en mí a la vez que el pecho subía y bajaba.

—No sé de qué hablas, pero por supuesto nada de lo que hago, para ti es importante…

Su sonrisa salió cínica.

—Tú no sabes nada, cara, siempre te haces la idiota, y estoy harto de eso… ¿Por qué estás dejando que ese tipo te esté tocando?, ¿estás probándome acaso? ¿Qué mierdas crees que soy?

Lo miré entre sorprendida y enojada, sus manos estaban en mi cuello y su cuerpo estaba presionando el mío. Reprimí los ojos por la sensación que se apretaba en mi vientre, su olor me estaba volviendo loca.

—¿Y tú?, ¿a qué juegas también? —nada de lo que estaba diciendo tenía coherencia, mi jefe era solo mi jefe, y no sabía a qué se refería con que él que me estaba tocando, pero había una cosa que quiera quitar de mi existencia y era la duda con respecto a Sara.

—Yo no juego a nada —dijo mirando mi boca.

—Y ¿por qué Sara ha estado manoseándote toda la noche?, ¿Por qué le correspondes a sus intenciones?

Luc se separó de mí impresionando frunciendo su ceño.

—No digas estupideces, Sara es como mi hermana y lo sabes muy bien…

—Ah, ¿sí? Eso no es lo que todos ven, y lo peor de todo es que tú le estás alimentando sus sentí….

La boca de Luc se estampó en la mía de una manera urgente a la vez que sus manos viajaron a mi cuerpo. No dudé un instante en también sujetarlo para pegarlo a mí lo más que podía, necesitaba hacerlo.

Sus toques eran ávidos, desesperados y frenéticos; a la vez que su boca devoraba la mía con gran aprensión. No sé por qué, ni en que estaba pensando, pero deslicé las manos dentro de su chaqueta y le quité de forma urgente. Pensé en algún momento que Luc iba a detenerse y a mirarme interrogante, pero no hizo más, sino profundizar su toque y su beso que estaba matándome cada segundo.

Me separé un segundo para tomar aire, mi labial estaba por toda su boca y luego subí a sus ojos, que brillaban con mucha fuerza.

—Esto es una locura, Luc… —dije con el aliento entrecortado.

—No importa, cara, no podré seguir si ahora mismo no te hago mía…

Las cosas estaban jodidas entre nosotros en todos los sentidos, mentiras, celos, verdades ocultas, espinas, amistad rota y más mentiras. Tenía muchas cosas por reprocharle, cosas que él no sabía, pero, aun así, quería culparlo. Nada estaba en la balanza entre lo justo y lo correcto, y yo estaba cansada de querer caminar como todos lo hacían.

Por hoy, y por este momento, no me placía pensar, ni ser correcta. Ni tampoco quería pensar en alguien más.

Tomé su rostro de inmediato y lo acerqué tanto como pude colocando su frente pegada a la mía, mientras su respiración estaba precipitada.

—Prométeme algo, por favor —dije reprimiendo mis ojos mientras mi corazón saltaba fuerte dentro de mí.

Luc abrió los ojos al mismo tiempo que yo y su respuesta fue un asentimiento.

—Cualquier persona —continué—. Cualquier mujer, menos Sara por favor…

Su mirada se hizo más intensa y por un momento sentí que mi petición le enojó.

—¿Estás celosa de Sara? Ella es como mi hermana, cara… deberías saberlo —repuso con fastidio.

—Nosotros dos parecíamos una hermandad también Luc, y míranos ahora…

—Mell… —susurró cambiando su semblante, pero puse mi dedo en su boca a la vez que negué varias veces.

—Bésame… —le pedí con lágrimas en los ojos, pero él no esperó demasiado para notarlas.

Luc me tomó en sus brazos como si fuese una pluma, la tensión aún seguía entre nosotros, y muchas de las cosas que la mente pensaba, pero que nuestras bocas no pronunciaban. Moría por este momento, y por estar en sus brazos, pero me dolía la forma en como estaban pasaban las cosas.

Luc me colocó de forma cuidadosa en un sofá amplio en la habitación, y sin esperar comenzó a besarme lentamente.

—No quiero que nadie toque esta piel, Cara… ¿Por qué me haces sufrir de esta manera? —preguntó angustiado mientras que nuestras manos se juntaban.

Negué mientras mis ojos se conectaban a los suyos y varias lágrimas se derramaron por mi mejilla sin contenerlas.

Él abrió mucho los ojos y quiso detenerse, entonces tomé su rostro y comencé a besarlo. Estaba desesperada por tenerlo, mi pecho dolía, y aun cuando estaba en sus brazos, me sentía triste. En cuestión de minutos alzó mi vestido, yo desabroché su pantalón y nuestros cuerpos se unieron de una forma inigualable.

Lo abracé, lo abracé todo el tiempo mientras las sensaciones, todas, se agrupaban en mi pecho. El acto era increíble, pero me dolía el corazón. Nosotros, yo, había reducido nuestra relación a este encuentro y parecía era lo único que nos quedaba.

Nuestras respiraciones chocaban, pero la mayor parte del tiempo nos besábamos, como si no hubiese un mañana y como si no quisiéramos que esto acabara.

Colocó sus manos en los bolsillos y asintió.

—A tu ritmo, a tu manera, a encuentros, a eventos y momentos —torció una sonrisa fingida—. Puedo hacerlo, y pasaremos unos buenos ratos.

El corazón se me cayó a los pies de la peor manera y solo pude ver como cada pedazo perdió sentido para mí.

Lo miré sin poder creer que me hablaba de esa forma, lo observé fijamente, y aunque mis ojos picaron por las ganas de llorar, retuve todo lo que pude mientras negué.

—¿Te sientes bien con esto no es así? —le dije mientras mis labios temblaban—. Te sientes herido y quieres herir… bien, escucha esto, respecto a la promesa, ¡haz lo que se te pegue la gana! Y por favor, ¡vete a la mierda, Luc!

Tomé la puerta y escuché que pronunció mi nombre como un mandato, pero lo que hice fue tirar la puerta lo más fuerte que pude.

Caminé muy rápido tratando acompasar mi respiración, me acomodé el cabello y saqué el iPad de mi bolsa, llegué donde estaba Jeremy hablando con un hombre que prestaba toda la atención hacia él.

Me coloqué a su lado haciéndole saber que estaba aquí, asintió con su cabeza sin romper con la charla y en algunos minutos más me incluyó en aquella conversación, que parecía más bien un negocio.

Escribía lo que escuchaba, lo hacía mecánicamente porque ahora mismo dentro de mí luchaba por no derrumbarme frente a mi propio jefe. Tomé varias veces el aire y pasé los tragos tratando de aliviar mi garganta.

En un momento de la noche una gran cena fue servida y Jeremy tenía puestos exclusivos. Traté de llevar la situación de forma amena, respondía de forma neutra las preguntas y escuchaba algunas largas charlas que algunos empresarios hacían, incluso intenté reír de algunas bromas que por cierto fueron muy malas.

No miré a ninguna parte, no quería posar mis ojos en Luc de nuevo, y menos en Sara.

—¿Quieres irte ya? Creo que yo ya estoy cansado… —susurró Jeremy muy cerca de mí.

—Si por favor, yo también lo estoy.

Mi jefe asintió se puso de pie y comenzó a despedirse de la persona que lo había invitado a la convención, dio algunas palabras cortas y luego abrazó al hombre.

Por un momento la intriga me arropó y alcé mi mirada hacia todo el salón, pero por más que inspeccioné cada rincón, Luc y mi hermana, no estaban por ningún lado.

¿A dónde irían? ¿Dónde estaban? Mi corazón se sobresaltó.

Una mano rozó mi espalda haciéndome saltar.

—Si deseas te llevaré a casa —Dijo mi jefe y yo asentí sin más.

Eran las 12 de la noche, las luces de la ciudad se veían preciosas, pero dentro del auto se sentía un ambiente extraño.

Podía imaginar que Jeremy tendría muchas preguntas para mí; ese momento incómodo de presentación, mi desaparición de la convención, y nuevamente mi aparición, pero sabía que yo era una persona completamente diferente a la que llegó…

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ven... a Mí