Ven... a Mí romance Capítulo 36

Melissa.

—¿Todo va bien? Te vi un poco ida al final… —preguntó por fin mi feje cautelosamente, después de un largo rato silencioso.

—Lo siento, es cansancio —dije girando hacia su rostro con duda—. Pero todo está aquí. Debes darme algunos días para poder presentarte algo bien hecho.

—No te preocupes por eso —respondió deteniendo el auto frente a mi casa—. Lo digo más por ti, creo que tú animas cambio.

Asentí.

—Hay algunas personas importantes para mí, que han estado haciendo cosas que me hieren…

No sé por qué dije la frase, pero, sino que decía una palabra iba a estallar. Creo que hubiese preferido otra cachetada.

—Lo siento mucho Melissa, pero déjame decirte algo, mientras el hombre sea hombre, siempre fallará. No hay manera de que alguien sea perfecto. Incluso herimos cuando queremos satisfacer nuestras propias necesidades, somos egoístas y bueno, es mejor no tener expectativas, porque eso realmente nos decepciona mucho.

—Tienes razón, buenas noches, Jeremy —me atreví a decir con una media sonrisa triste y luego salí de su auto.

Él se despidió con la mano y luego comenzó andar.

Cuando llegué a mi cuarto, Maddie estaba roncando y ni siquiera pensé en seguir los pasos que todas las propagandas decían; no pueden dormir sin quitar el maquillaje, los vestidos se airean en una percha para luego lavarlos…

No iba a seguir nada de esa estupidez, estaba agotada, con mil cosas en la cabeza, y mi mejor amigo había destruido mi corazón en cuestión de segundos.

Yo ya no iba a esforzarme por él.

***

Parpadeé lentamente sintiéndome muy incómoda por la posición en que dormí anoche, Mad tenía muy mal dormir, y recibí más golpes que una pelea callejera.

Me estiré tocando los músculos de mi espalda y luego torcí mi cuello varias veces, entonces cuando me senté y divisé mejor el lugar vi como los ojos de Mad estaban fijos en mí.

—¿Está todo bien? —le pregunté con voz ronca, tal como cuando uno recién se levanta.

Ella negó.

—Alice… dice que quiere hablar contigo.

Mi ceño se pronunció.

—¿Alice Sutton?

—Creo que estoy despedida, ya sabes tengo 2 días sin aparecer, sé cuál será su discurso cuando llegue a la oficina —su voz era tan plana que no sabía por qué punto preocuparme.

—Bien, escucha…

—Creo que llamaré a mis padres Mell… —dijo Mad interviniendo.

—¿Tus papás no están enojados contigo? —pregunté de forma dócil.

En el momento en que Mad decidió vivir con Alan, sus padres le lanzaron un ultimátum que se olvidara de ellos. Entonces no sabía por qué estaba pensando en volver. ¿Hablaría con ellos?

—No sé si aún lo están Mell, pero no tengo opción, creo que no me darían la espalda…

—Bueno, si es lo que quieres te apoyo, también estoy segura de que no lo harán, pero si algo pasa, sabes que aquí puedes quedarte.

Ella negó varias veces y luego pasó un trago.

—No puedo quedarme aquí, esta es la casa de tus padres, y yo debo resolver mi situación —dijo mirando al vacío.

Me acerqué todo lo que pude y luego le tomé la mano.

—¿Qué decisión tomaste para con el bebé? —pregunté con mucho miedo.

—Aún no lo sé, ni siquiera puedo imaginar cómo se pongan mis papás cuando les cuente, lo peor es que deberé sujetarme a cualquier cosa porque, yo ya no tengo nada, y estoy segura de que ni siquiera empleo.

Fruncí el ceño al recordarlo, aunque no quisiera aceptarlo sabía que la víbora de Alice dejaría en la calle a Mad después de saber sobre su embarazo, y yo debía hacer algo para ayudar a Mad, así que tenía que pensar mucho.

No estaba terminando de procesar la información cuando la puerta de mi habitación se abrió sin que nadie llamara antes. Eso me sorprendió mucho.

Pero todas aquellas conjeturas quedaron reducidas cuando vi el rostro de mi madre tan pálido como una hoja. El estómago se me contrajo.

Luc contrajo su rostro porque de cierta forma se sintió impotente, tenía mucha rabia y estaba frustrado hasta el cansancio.

Sara era su familia, su hermana, y el punto en el que ella había llegado le dejó claro que toda su situación era de verdad.

Recordó en como la buscó por todo el salón anoche y decidido, la llamó para saber dónde se encontraba… había pasado al menos una hora desde que se separó de ella, y estaba quería irse de ese lugar en cuanto Sara apareciera.

Tomó su celular y le marcó a su número, y cuando pensó que la llamada se había caído, escuchó un sonido muy débil de su voz, la cual tuvo que irse afuera del salón para entender bien lo que decía.

Sus vellos se le erizaron cuando Sara le dijo que estaba en su apartamento, que la perdonara por lo que hizo y la llamada se cortó.

No esperó mucho cuando tomó su auto y se fue hacia aquel lugar y tuvo que recurrir a tumbar su puerta con ayuda de un vigilante del condominio donde vivía.

Sara estaba tendida en el suelo con un montón de pastillas en sus manos, y la boca blanca, junto a un semblante de muerte. Ella estaba inconsciente, y sin pensarlo dos veces la había llevado al hospital. Estaba furioso con ella, quería zarandearla hasta el cansancio y reprenderla por la estupidez que cometió.

Pero toda esa rabia que sintió hacia Sara, en cuanto lo dejaron pasar a verla y hablar con ella, se desvió abruptamente hacia otra persona.

Tuvieron que hacerle un lavado gástrico, colocándole protectores en su estómago y conectándola a muchos sueros por la deshidratación que tenía, su situación no era muy grave, porque al parecer, no fue mucho lo que ingirió y su procedimiento se tomó rápido.

En cuanto pudo hablar con ella a esa hora de la madrugada, entonces vino lo peor para él.

Se despabiló de sus pensamientos mirándola y asintiendo a su petición.

—No te preocupes, no tengo nada que hablar con ella, solo quiero que estés bien Sara, eres tú la que debe prometerme no hacer algo como esto jamás —le dijo Luc acentuando cada palabra con mucha seriedad.

Ella asintió y se limpió las lágrimas y sin esperar una acción de él, lo rodeó con sus brazos.

Luc se sentía tenso con ese gesto, pero entendía que no era el momento para pensar idioteces. Correspondió el gesto de Sara y la abrazó también.

Cuando este le dio un beso en la cabeza, varios murmullos lo alertaron, parecían del pasillo e iba a quitarse del lado Sara, para saber si era Adele y Alberth, cuando supo que Sara no dejó de abrazarlo y lo retuvo allí con ella.

—No me dejes sola —le pidió suplicante y él solo asintió.

En cuestión de minutos, una enfermera entró haciéndole una seña a Luc y él correspondió el gesto.

Ya había hablado con las personas encargadas del caso de Sara, incluso con el médico que la atendió, para que no dieran la verdadera información de su estado.

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