Melissa.
Paso las imágenes que tengo por editar con monotonía, sin verlas siquiera, solo con la mirada fija en el PC, pero con la mente en otra parte —en el recuerdo de la oficina de Luc—. Un estremecimiento eriza toda la piel de mi cuerpo y algunos relámpagos iluminan la oficina. Es un hecho que ha oscurecido repentinamente y que deben ser más de las seis de la tarde, a pesar de ello, no quiero irme a casa.
No todavía.
Este día sin duda ha sido revelador para mí. Este día ha sido sin duda un tiempo que se abrió en el espacio y permitió que todos los sucesos pasaran en unos segundos. Aún recuerdo cada detalle, aún tengo cada palabra y me parece mentira.
Con todo, la sensación y el sabor de mi boca me especifican que lo que ocurrió, fue tan real como el aire que respiro ahora mismo.
¿Qué haré? ¿Cómo podré seguir normalmente después de haber besado desesperadamente a mi amigo?
Ahora que lo pienso y recuerdo, me veía como una verdadera estúpida, haciendo como si nada pasara después del hecho; y no solo eso, Luc también aportó para que luego del beso pensáramos que había sido una normalidad y que pasaríamos por alto lo ocurrido.
Creo que yo jamás lo podré hacer, porque sinceramente un suiche dentro de mí se activó para ver ahora a mi mejor amigo, como una mujer ve a un hombre.
Los pasos que creo saber son de Maddie me despabilan, entonces cuando veo su rostro cansado, pero sonriente, me lleno de energía sabiendo que de seguro me dará el consejo oportuno.
—¡Gracias a Dios estás aquí! —digo levantándome de golpe ante su entrada. Le abrazo enseguida mientas le asomo una mirada suplicante.
—¡Oye! Cualquiera diría que me esperaste toda la tarde.
—De cierta forma lo hice, Mad…
—Lo siento amiga, he tenido trabajo a montones, la víbora está más impaciente que nunca —dice separándose un poco de mí, para mirarme a la cara y observar minuciosamente mi rostro—. ¿Te has visto la cara hoy? ¡Tienes manchados los ojos!
Maddie restriega sus pulgares un poco en mis ojos, mientras que yo trato de llamar su atención.
—Mad, ha pasado de todo ¡Por favor, escúchame!
—¡Está bien! ¡Está bien!, Ven nos sentaremos aquí en tu hermoso sofá.
Luego de sentarnos le conté cada detalle a Maddie, todo en orden; enterarme primero que mi mejor amigo tiene una novia, mi conversación con Sara y el punto final. Mi beso con Luc.
El rostro de Mad iba de asombro en asombro, no pudiendo creer todo lo que le estaba relatando, pero justo cuando estaba hablando sobre el momento del beso, ella explotó. Así como es ella, bulliciosa.
—¡En serio me cuentas, y no puedo creer lo que hiciste, Mell! ¿Qué se te pasó en la cabeza en ese momento? ¡Por Dios! ¿Y Erick?
—No lo sé Mad, no me preguntes, ahora mismo no sé qué pasa conmigo, solo sé que siento que estoy perdiendo algo, ¡Siento que me están arrebatando a Luc de las manos!
—¿Estás escuchándote? ¿Te estás dando cuenta que no estas para nada interesada en lo que pueda pensar Erick de esto?
—Mad…
—¿Qué podría pensar yo de qué cosa?
La voz de Erick retumba en la oficina haciendo que Maddie y yo peguemos un brinco del susto. Sin duda alguna se me olvidó cerrar la puerta, y sin duda alguna mi novio escuchó parte de lo que estábamos hablando.
Y el problema no es ese. El problema es que yo tendré que tomar una decisión. Decirle a Erick lo que ocurrió con Luc, hecho que desatará un caos más en mi vida.
O simplemente mentirle en su cara y llevar el cargo de consciencia, hasta no sé cuándo, porque la mentira inevitablemente termina por estallar en una cadena de errores, formando un problema mayor del que fue en un principio…
Mi mirada va de Maddie a Erick sin descanso, a la vez que mi amiga solo abre los ojos hasta más no poder, sin saber qué hacer o decir. Por otro lado, Erick frunce el ceño con un dejo de cansancio e incomodidad ante el impetuoso silencio que se impregnó hace unos minutos.
Me levanto lentamente dando pequeños pasos en su dirección, tratando de improvisar un poco mientras pienso cómo voy a decirle, algunas cosas.
—Erick… No sabía que vendrías… A.… mi… trabajo.
—No, no podrías saberlo —dice seco—. ¡Tu bendito celular ha estado apagado prácticamente todo el día!
—Lo sé… —digo forzando una sonrisa y observando a Mad de vez en cuando. Pero ella solo ha tomado la postura de estatua en estos momentos, parece que no puede moverse—… No podía atenderlo, hoy… tenía demasiado trabajo.
Mis palabras salen muy atropelladas para mi gusto, de hecho, cada vez que avanzó en decir una, el rostro de Erick se torna menos convencido.
—No hay problema por eso —dice acercándose un poco más a mi distancia—. ¿Qué es lo que yo tengo que pensar acerca de qué cosa, Melissa?
Tengo la boca seca, es inevitable decir que no ha pasado algo, de una forma u otra es necesario contarle algún relato, mientras busco la manera de decirle la verdad. ¿Pero qué? ¿Qué puedo decirle y sonar convincente?
—El mejor amigo de Mell, Luciano Mancini, ¡Se comprometerá! —Maddie casi grita la noticia en desesperación por defenderme, dejándome sorprendida, pero al mismo tiempo, Erick cruza los brazos para parecer más confundido.
—¿Y yo que tengo que pensar acerca del señor ínfula del mundo? —responde mi novio con cierto cinismo.
De cierta forma no he podido lograr que se puedan llevar bien, la verdad es que tampoco lo he intentado mucho, Luc desde el principio no estuvo muy contento con mi relación, y Erick nunca ha pasado completo a mi mejor amigo.
—Pues Mell… no sabe cómo decirte que los invitaron a una cena para los cuatro.
Mis ojos se abren ante el descontento por las palabras de Maddie. En ningún momento tenía planeado decirle lo de la cena a Erick, y menos consentiría el hecho de ir. La verdad es que no sé si ese hecho ocurra. Abro los ojos tanto como puedo haciéndole saber que me las pagará.
—Oh Mad, pareces mi intérprete… Hablaremos luego amiga —le sonrío despidiéndome de ella y dándole un fuerte apretón para que entienda que no saldrá viva de esta.
—Está muy bien… Espero disfruten su noche —dice guiñándome el ojo.
Entonces yo tomo mis cosas haciéndole señal a Erick, para que salgamos por fin de la oficina, pero este no parece quedar satisfecho con todo lo que pasó aquí.
—Adiós, Maddie —dice mi novio por fin sacándome ventaja antes sus pasos apresurados.
Llegamos al estacionamiento en absoluto silencio, sin juntarnos las manos, sin cruzarnos miradas, y ni siquiera el pensamiento, porque el mío está muy lejos de aquí.
—No sé si vamos en mi auto o llevamos el de cada uno… y nos vemos en algún lugar —digo observando su cara de desánimo.
—Estoy muy cansado y no tengo hambre… —responde tajante—. De igual forma tú no parecías muy interesada por aparecer.
—Erick…
¿Hoy domingo? ¿Acaso se ha vuelto loco?
Tecleo rápidamente teniendo una sonrisa en mi boca inconscientemente.
“Las cosas deben estar muy mal en tu vida, para querer reunirte un domingo para una entrevista” Mell.
Envío el mensaje y coloco el móvil en la mesilla, decido por darme una ducha rápida mientras espero la respuesta de Luc.
A pesar de que no estuve nada en la ducha y me vestí muy rápido, cuando reviso el móvil, no tengo respuesta de mi amigo en absoluto. Cierta decepción se instala en mí, porque de otra forma hubiese querido ver a Luc así sea para la entrevista. Entonces conecto el cargador a mi móvil y me salgo de la habitación por fin.
—¡Buenos días! —exclamo asustando a mamá por detrás, mientras papá me observa con una sonrisa tomando su taza de café.
—¡Buenos días, hija! Justo le serviré desayuno a tu padre. Siéntate.
Doy un beso a mamá para luego ir al asiento junto con papá, quien coloca el periódico matutino a un lado, para prestarme toda su atención.
—Es bastante extraño tenerte por mucho tiempo aquí —dice tomando mi mano, asomando una sonrisa sincera, entretanto mamá sirve los platos creando una satisfacción en mí, al sentir el aroma de la comida.
Wafles.
—Creo que Andrés se quedará sin desayuno —digo sin esperar siquiera el dar gracias, para meterme un trozo en la boca, sensación que me estremece al sentir el sabor único e inigualable, de los wafles de mamá.
—¡Creo que eso no pasará!, yo no me pierdo ni una comida aquí en casa —dice mi hermano apenas con unos pantalones de dormir asomándose al comedor.
Todos reímos en la mesa, sin embargo y a pesar de que todos nos hacemos los de la vista gorda, nos hace muchísima falta Sara.
Sé por consecuencia que este día llegaría, y no sé cómo va a ser el momento en que yo también tome la decisión de despegarme de mis padres, pero inminentemente la inesperada decisión de mi hermana de la noche a la mañana nos ha consternado por completo.
¿En dónde estaría? ¿Qué es lo que esa cabeza fría estaba pensando?
El sonido del timbre hace que todos callemos en la conversación que se mantenía, y de forma automática las miradas se conectan al mismo tiempo. ¡Debe ser Sara!
—¡Yo abro! —anuncia Andrés.
—¡Por supuesto que no! —Refuta mamá levantándose—. ¡No saldrás casi desnudo, para que las vecinas tengan que hablar!
Todos reímos al unísono, mientras mamá va a la puerta.
—Adele tendría como 20 pasteles aquí toda la semana, por las vecinas solteronas a causa de Andrés —dice mi padre haciendo que yo no pueda más de la risa, porque aunado a sus palabras, mi hermano comienza a hacer movimientos sensuales en la mesa.
—¡Buenos días!, ¡Veo que amanecieron de buen humor!
Mi risa desenfrenada por los chistes se corta al escuchar esa voz. La algarabía que tenía hace unos segundos, se ha esfumado para que mi cuerpo experimente una ansiedad diferente.
Y aunque todo el tiempo veía a mi mejor amigo aquí en mi casa de forma casual. Hoy, todo es diferente para mí…
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ven... a Mí